lunes, 12 de septiembre de 2011

*Para tí*

Capítulo 2.

El camino fue bastante escabroso, tanto que más de una vez Frëed tuvo que pararse a tomar un poco de agua y descansar un par de minutos. Eaven notaba que algo no iba bien, se sentía observado pero no lograba saber quién o qué era lo que los observaba. Y lo que más temía era que Frëed le estaba retrasando y si se veían atacados, él no ayudaría mucho con la espada. Suspiró de nuevo ante la parada de su acompañante.

-Lo siento mucho, de verdad.- Dijo jadeante el hombre mientras se sentaba al lado de unos matorrales.- No pensé que estaría en tan baja forma. ¡Si tuviera unos años menos!

Dio otro gran trago de agua y se pasó la mano húmeda por la cara, lo que hizo que parte del sudor se ensuciara con el negro de sus propias manos. Eaven contempló el horizonte, el sol estaba poniéndose lentamente y no podrían seguir la marcha ya que se encontrarían al descubierto de cualquier ataque. Se movió con rapidez mientras Frëed comentaba de nuevo cuanto podría haber hecho con menos edad. Montó un pequeño campamento que le sirviera de cobijo contra el frío de las montañas y encendió una hoguera del tamaño necesario para calentar a Frëed y que no llamará demasiado la atención de extraños.

-Quédate aquí, ahora regreso. Voy a buscar algo de carne para cenar bien y mañana poder salir a primera hora. No te muevas de aquí, no estaré lejos.- Y caminó entre la arboleda hasta adentrarse unos pasos. Pisaba con cuidado esperando divisar su presa, y maldecía bajo que el sol corriera tanto en desaparecer.


Frëed contemplaba el camino que había tomado Eaven. Se lo veía seguro de a dónde iba y con toda la fuerza de un verdadero semidiós. Pero no sabía realmente por qué lo había notado un tanto distante. A lo mejor escondía cosas que no quería que nadie descubriera. Quizá realmente había cometido un acto grave, no como él, y se merecía ser desterrado del reino de los dioses. Aún no tenía respuestas para sus preguntas, pero pronto las encontraría, estaba seguro.

De pronto escuchó un sonido a su espalda, una rama rompiéndose bajo el peso de una pisada. Quizá fuera Eaven que había acabado dando un rodeo sin encontrar lo que buscaba. Se giró sobre sí mismo para mirarlo y sintió como algo le golpeaba la nuca. Se desplomó en el suelo, inconsciente.

Cuándo Eaven volvió al campamento notó que todo estaba demasiado calmado. Extrañaba que Frëed, que se había pasado casi todo el camino tarareando alguna que otra canción ahora no estuviera cantándolas. Antes de salir de la arboleda que le cubría se fijó en el lugar. Frëed estaba tumbado al lado de la hoguera. Parecía dormido, o quizá inconsciente. Entonces se puso alerta. Realmente los seguían. Entonces, una figura se sentó en el lado izquierdo de la fogata, junto al cuerpo de Frëed. Eaven actuó deprisa, se hundió más entre los matorrales evitando que el intruso lo viera pero fue tarde;

-Puedes salir, no voy a hacerte nada.- Una voz femenina llegó desde donde se encontraba la figura, entonces se acercó a la fogata y dejó un palo de madera con una gran trozo de carne haciendose a fuego lento.
Eaven pensó que debía hacer, de todas formas era una mujer, no creía que tuviera alguna posibilidad de causarle algún daño. Se acercó a la fogata y se quedó mirandola. Ella sonrió, y no vió su sonrisa, la percibió porque sus ojos se alzarón levemente. Ella llevaba la boca tapada con un pañuelo negro.
-Puedes sentarte, no te haré nada.
-¿Y por qué a mi no, y a él sí?- Inquirió Eaven señalando a Frëed.
- Toma asiento y te lo cuento...- Las últimas palabras sonaron a una invitación que él, siendo un gran caballero no pudo resistir, y mirándola fijamente se sentó.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Crescendo

Sentada en un columpio dejaba que la lluvia callera sobre mi, mojándome el pelo y pegandomelo a la cara. Mis manos se aferraban a las cadenas del columpio con desgana. Mi mirada se elevó y una gota entró en mi ojo derecho. Cerré los ojos aún con la cabeza alzada sintiendo el rítmico golpeteo de la lluvia en mi cara. Entonces, cuándo la lluvia comenzó a aminorar el ritmo de caida, suspiré. De nuevo me encontraba sola en el parque, sentada haciendo tiempo para volver a esa casa que debía considerar como mía. Qué pocas razones tenía para ello.

Abrí los ojos y miré alrededor. No había nadie como se suponía debía ser. Sonreí. El parque en soledad resultaba hermoso, los árboles meciendo las ramas que susurraban palabras gracias a las hojas y al viento y que con una delicadeza especial se dejaba acariciar por las gotas que seguían callendo. Poco a poco de mi garganta brotó un sonido que dejaba entrever mi dolor, y ese sonido se convirtió en melodia. Canté para los árboles, para la lluvía y el viento, pero sobre todo para mí y mi marchito corazón. Cada palabra que decía cobraba sentido en una parte de mi alma, y por primera vez sentí que la canción me pertenecía y era totalmente mía. Me sentí parte de algo, algo más allá de los roncos gritos de mi casa, y de los insesantes llantos de sus paredes.

Se hacía tarde, debía volver a casa sino otro mar de dagas de fuego caerían y esta vez vendrían a ahogarme a mi. Me levanté del columpio con pocas ganas, tomé el bolso que se encontraba en el suelo totalmente empapado y tras exprimirlo me lo colgué al hombro. Caminé despacio, sabía que llegaba tarde pero tampoco quería llegar, asíque mantener un ritmo lento haría que mi cabeza se fuera mentalizando de que volvía. Miraba el suelo, fijandome en cada paso que iba dando asique no lo ví acercarse. Sentí el tirón del bolso, como no lo estaba agarrando lo suficientemente fuerte, al levantar la mirada solo pude contemplar como el ladrón corría con mi bolso aferrado.
Tardé en pensar que hacer, finalmente comencé a correr detrás de él. No corría muy deprisa, o quizá, yo corría demasiado puesto que estaba en el club de atletismo en clase. Lo alcancé en el tercer cruce. Tomándolo con fuerza de la gorra del chubasquero lo atraje hacia mi. Noté como se ponía tenso, supongo que no esperaba que lo alcanzara. Lo tiré al suelo y me agaché a recuperar mi bolso que el seguía manteniendo en sus manos. Ví brillar el destello de inseguridad en sus ojos, y entonces me puse alerta. Él estiró el brazo con intención de pegarme un puñetazo, lo esquivé e instintivamente le propiné uno a él. Masculló una palabrota y escupió algo de sangre. Entonces aproveché para quitarle el bolso. Pero el pañuelo, que hasta entonces le cubría practicamente toda la cara, se le deslizó y lo ví. Al principio, no sabía como reaccionar, pero no tuve demasiado tiempo para reflexionar. Él cogió de nuevo el bolso con las misma intenciones de antes, enfurruñada le propiné otro puñetazo con la otra mano y tirando el bolso lejos me puse sobre él mientras le aferraba el cuello del chubasquero.
-¿Se puede saber que haces?.- Era Aeron, un chico de mi escuela. Tenía un año más que yo, el pelo negro corto y los ojos más azules que el cielo. Su labio superior se levantó, haciendo que sonriera torcidamente.
-No sabía que supieras pegar.- Volvió a sonreir. No pude reprimirme y volví a darle otro puñetazo.
-¿Se puede saber que haces?.- Repetí la pregunta, aún sabiendo que no iba a responderme. Suspiré, me levanté y agarré mi bolso del suelo.-No vuelvas a hacerlo.
Sabía que no serviría para nada, pero al menos él sabría que a mi no debería volver a hacermelo. Andé, al mismo paso que antes y llegué a mi casa. No había nadie. No era una novedad.


------------------

Al día siguiente cuando llegué a clase mis amigas estaban esperando en la puerta de la clase. Las saludé, y nos pusimos a hablar sobre el último capítulo de la serie que echarón la noche anterior. Yo no veía la tele, desde hace tiempo, asíque sonreía cuando ellas lo hacían y comentaba lo que podía sin entrar en detalles. Una de ellas hizo un comentario gracioso, asíque las tres nos reímos a carcajadas, aunque yo no sabía exactamente de qué me estaba riendo fue entonces cuando me percaté de que él había llegado hacía rato a la clase y me miraba desde su asiento. Tenía la cara morada allá dónde lo golpeé y se me formó un pequeño nudo en la boca del estómago.
-Chicas, un segundo, ahora regreso.-Les dije y entré en clase. Habían dos compañeros más en la esquina derecha de la clase, me observarón acercarme a él pero no hicieron ningún comentario al respecto.- ¿Estás...bien?
Aeron volvió a sonreir torcidamente, aunque puso cara de dolor y no volvió a intentarlo.
-Perfectamente.- Chasqueó la lengua.- No sabía que las asaltadas se preocuparán por los asaltantes.
- ¿Lo harás de nuevo?- Susurré.
-Quizá.- Contestó en el mismo tono de voz.- ¿A ti que más te da? -Me miró con los ojos llenos de ira.-No volveré a atacarte a ti, ¿no es lo que querías? No te metas en asuntos que no son tuyos.
La amenaza de su voz me puso los pelos de la nuca de punta. Tragué saliva y volví con mis amigas, mirando de cuando en cuando en su dirección. Sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía qué ni cómo hacerlo.

---------------------------------

martes, 26 de julio de 2011

*Para tí*

Era un bonito día de primavera, el sol nacía con resplandor llenando de gloría la superficie de la tierra. En las aguas rebotaban sus ondas de claridad que se difundian raudas por todos los recovecos de la ciudad. No había mucha gente por las calles, era temprano y aun había gente durmiendo un sábado por la mañana a esas horas.


Él paseaba por las calles de la ciudad buscando posada. Acababa de llegar y no sabía muy bien dónde encontrarla, al llegar le preguntó a una anciana pero esta no lo entendió ya que hablaban idiomas diferentes. Entró en un bar, dispuesto a preguntar cuanto hiciera falta para dejar de dar vueltas sin tener un lugar al que ir. No había gran cantidad de personas en el local, solo tres hombres en la parte izquierda, sentados en una mesa y con cartas dispuestas sobre ella para jugar al póker. Un hombre encogido sobre sí mismo en la barra aferraba una jarra vacía en la mano. Y una joven camarera, rubia y de prominentes curvas servía cerveza fría a un caballero recién llegado.


Se sentó en el primer asiento que vio libre en la barra, lo más alejado del pobre hombre borracho de la esquina. Al instante, se le acercó el camarero que secaba con un trapo blanco una jarra de cerveza.


-¿Qué se le ofrece?- Preguntó el camarero. Eaven no estaba seguro de que realmente hubiese escuchado bien, y esperó a que el camarero volviese a preguntar lo mismo. Cuando comprobó que en efecto había entendido lo que el camarero le preguntaba alzó la cabeza y pidió con voz calmada una gran jarra de $saИ. El camarero alzó una ceja extrañado y negó con la cabeza al tiempo que decía con seriedad que esa bebida no existía y que no podía darle semejante bebida inexistente.


Eaven suspiró y con voz gutural le dijo al camarero que dispensase lo que el viera oportuno. El camarero así lo hizo y vertió cerveza en la jarra que luego dejó frente a él. Nada más acercar la nariz al recipiente pudo darse cuenta que no se compararía ni un poco al sabor tan agraciado del $saИ, bebida única echa para los semidioses humanos. En efecto, él era uno de ellos.


Nadie sabía cómo habían sido creados los semidioses humanos, algunos decían que eran fruto de la unión de un dios con un mortal, o simplemente que eran dioses que cometieron actos impuros por los que parte de su divinidad pasó a ser simple y única mortalidad. No se sabía, pero realmente nadie preguntaba sobre ellos. Los semidioses humanos no abundaban mucho por la tierra, y aunque fueran semidioses no eran bien recibidos entre las gentes. Es por esto que los tres caballeros de la mesa que jugaban al póker detuvieron el juego y miraron al nuevo intruso con miradas acusadoras que delataban su total desprecio hacia su especie.


Pero él ya estaba acostumbrado y no hacía caso a las miradas ajenas. Aunque de repente notó como alguien posaba una mano en su hombro. La camarera rubia que vio antes sirviendo al hombre de la túnica burdeos le explicó que el caballero quería intercambiar unas palabras con él:- si fuera tan amable de acompañarme hasta la mesa. - La doncella hace una inclinación y guía al hombre a la mesa del caballero.


-Puede sentarse.- La voz del hombre hizo que Eaven se sintiera de nuevo en paz, como en casa. Pero eso era imposible, con recelo tomó asiento frente al desconocido.- No es frecuente ver a gente como usted por aquí. ¿Qué le trae por estas tierras?


-Sólo peregrino buscando el lugar al que pertenezco.- Explicó Eaven sin intención de dar más información.


-Entiendo. Entonces está por aquí solo de paso.- Asintió con la cabeza.- Perfecto, porque como habrás comprobado, aquí no gustan los forasteros. – Entonces el desconocido sonrió dejando relucir un diente de oro.- Es decir, no nos quieren ni a usted… -hizo una pausa mientras movía el dedo de la dirección que tenía anteriormente, apuntando directamente a Eaven, y dando un rodeo se apuntó a sí mismo.- … ni a mí. Así que le propongo algo, ¿desea que vayamos juntos hacía…? ¿Hacia dónde va usted señor…?


-Eaven, me llamo Eaven, y me dirijo al noroeste por las cumbres nórdicas.- Contestó desinteresadamente, lo que menos quería ahora era un acompañante.


-Perfecto, yo me dirijo hacia allí.- Eaven notó como el hombre cambió rápidamente su destino para tener una excusa para acompañarlo, eso sí tenía destino realmente, claro está. Cogió su jarra y se la llevó a la boca dejándola sin contenido. La bebida le quemaba la garganta e inmediatamente después quiso vomitarla pero se contuvo y abriendo la nariz, tragó una gran bocanada de aire para afrontar la bebida. Pasado unos segundos, respiró hondo y asintió con la cabeza.


-De acuerdo, puede acompañarme. Si me dice su nombre y lo que pretende, podrá venir conmigo.- Esto dejó al otro hombre confuso, ¿qué debía contarle exactamente a ese joven que podría ser su salvación? ¿La verdad? ¿Le mentía?... Optó por una decisión a medias.


-En una época no muy lejana, yo fui como usted, fui un semidiós humano. Ahora sólo quiero permanecer en su compañía para ver si puedo ayudarle en lo que se le ofrezca, como si de su lacayo se tratase. ¿Le parece bien?


El más joven sopesó la oferta, realmente se le hacía difícil cuidarse solo, ya que siempre había tenido sirvientes ocupados de sus cuidados, así pues no le vendría nada mal un poco de ayuda. Aunque, por alguna razón, no confiaba enteramente en lo que el otro hombre le había dicho. Lo escrutó con la mirada, pero el otro hombre se la devolvía muy sereno y no retiraba sus ojos de los de él. Finalmente asintió, y levantando una ceja le repitió- Aún no me ha dicho su nombre…


-Es Frëedeghar. Aunque usted puede llamarme Frëed.- Y sonriendo le extendió la mano sobre la mesa, Eaven la contempló pero no tardó en unir su brazo al de Frëed.- Ahora somos compañeros…


-Compañeros.- Repitió susurrando Eaven.



Ninguno de los dos hombres se percató de que en el lado opuesto de la taberna una sombra los contemplaba, prestando especial atención a la conversación. Cuando salieron del establecimiento, tampoco se dieron cuenta de que la sombra fue tras ellos, se aseguraría de no perderlos de vista.

lunes, 4 de julio de 2011

*`-> Esperando el milagro <-´*

Gotas de rocío quedaban prendidas a las ventanas de la casa, y con el concurrir de la mañana corrían veloces en una carrera hasta el borde del cristal. Dentro se respiraba tranquilidad, todos estaban fuera de casa.


La puerta de la entrada se abrió, el golpe de las llaves callendo en la mesa de la entrada indicaba que alguien habia llegado a casa. Con un suspiro se dejó caer en la mesa del escritorio y al presionar el botón de encendido sonó el `pi´ que avisaba de que el aparato estaba en marcha. Se levanto del asiento y cogió una botella de agua fría de la nevera, bebió un poco y volvió al ordenador ya encendido.


Tecleó su msn, y esperó. Mientras, entró en Tuenti y comprobó que no tuviera nada por ver, era extraño, pero tenía un par de mensajes privados. Abrió primero uno, en el que le comentaban algo irrelevante sobre una imagen que había subido hace poco. El otro era de una chica, a la cual habia conocido hace poco, y con la que no había tenido mucho trato. El mensaje no dejaba ver nada fuera de lo normal, un saludo común y unas cuantas palabras de reencuentro ese mismo viernes. Contestó al mensaje con ganas de que llegará el día señalado y poder verla y así conocerla mejor, ya que parecía que era una gran persona.





Era viernes a media tarde cuando ya listo salió en busca de su amigo para ir al río, donde encontraria a la mayoría de sus amigos, y a esa chica que le envió el privado. Después de ese, fueron otros privados bien recibidos donde mantenian una conversación bastante entretenida sobre grupos de música heavy. Habían intercambiado gustos y él había podido enseñarle sus videos de youtube de cosecha propia. Llegó al río con su bici, y no la vió, se empezó a preocupar porque quizá no aparecería por allí. Con esa intranquilidad se acercó al resto de su grupo y los saludó.


Pasó el tiempo, y miraba de vez en cuando a la multitud ya asentada y a la que se acercaba de tanto en tanto. Bastantes personas concentradas en un mismo punto que ya no era lo que había sido, ese ambiente agradable de intercambios donde se podían hacer amigos con facilidad. Ahora la mitad de los que allí se encontraban iban para beber, y conseguir un rollo de un día, sin buscar nada serio. El ambiente había decaido bastante y se notaba, es más, él lo notaba. Deseaba encontrar otro lugar tranquilo en el que conocer amistades no supusiera hedor y desagradables compañias. Volvió a mirar en deredor y vió como una mano se agitaba sobre una cabeza. ¿Era a él? Miró detrás del grupo que estaba parado, y de entre ellos salió una chica menudita con dos coletas, que le sonreía feliz. ¡Menos mal!, él ya creía que no la vería.
-Hola.- Saludó cordialmente con una sonrisa.
-Hola.- Ese `Hola´no sonó como cualquier otro, ya que ella le daba vitalidad propia y se notaba la alegría en él.- Te estaba buscando, pero no te lograba encontrar. Hasta que he dicho, ¿por qué no levanto la mano y el primero que mire y me reconozca seguro que es él?... y en efecto.
Se carcajeo y le abrazó. Después, un tanto incomoda se separó de él y mirandolo con ojos interrogativos sonrió. Él no pudo hacer otra cosa que devolverle la sonrisa.
-¿Quieres que demos una vuelta?- Ella asintió enérgica, y entonces él pudo darse cuenta de como sus tirabuzones saltaban a la par que ella.
Dierón un paseo alegre y ameno, en el cual hablaron sobre cosas de cada uno, haciendo que se conocieran un poco más. Entonces ella se paró y fue corriendo a abrazar a una amiga. Miró hacia atrás y sonriendole le indicó con la mano que se acercará.
-Mira, te presento a mi amiga, Eleonor.- sonrió y le dió un beso a su amiga en la mejilla.- Eleonor, él es Cobra.
-Hola.- Saludó él neutral.
-Encantada de conocerte, Cobra. - frunció el ceño.- Qué nombre más... particular.
Y se rió junto con su amiga. Cobra las acompañó en el chiste y quedó mirando a Eleonor, era esbelta y tenía una cara preciosa. Con la nariz recta, los ojos grandes y de un color celeste verdoso que contrastaba mucho con su pelo rubio de mechas violetas. Sus labios no eran ni finos ni muy gordos, y como mas tarde pudo comprobar, ella se los mordía con frecuencia. Era realmente hermosa.
Pasarón lo que quedó de tarde juntos, los tres en un rincón apartados de todos, contando anécdotas e historias particulares. Eleonor siempre sonreía con las cosas que Cobra contaba, y eso a él le agradaba porque su sonrisa era la más hermosa que había visto. Cada vez que lo hacía, sus mejillas tomaban color rosa. Hanna, la amiga que conoció por Tuenti anunció que debia irse ya a casa. Cobra y Eleonor la acompañaron parte del camino, al llegar al cruce de la calle Sierpes tuvieron que separarse.
-Adios chicos, me ha encantado verte Cobra. -Le dió dos besos en la mejilla, y un abrazo a su amiga Eleonor.- nos vemos otro día cariño, cuidate.
-Hasta luego, llamame. Siempre estoy libre para tí.- Sonrió Eleonor.
-Hasta otro día. ¿Te conectarás?.-Ante el asentimiento de Hanna, Cobra le sonrió.- Entonces hablamos luego.
Hanna corrió calle abajo, Cobra miró de reojo a Eleonor la cuál contemplaba a Hanna desaparecer en el siguiente cruce. Entonces ella lo miró y se mantuvieron la mirada largo rato. Ella sonrió, y él a su vez.
-¿A dónde vas ahora?- Preguntó él con interés.
- Volveré a casa, es tarde...- contestó ella bajando la cabeza y observando su reloj. Asintió. -Me ha agradado mucho conocerte.
-Y a mi el conocerte a ti, preciosa.- Ella sonrió torcidamente y él suspiro. El día se acababa y aunque había sido un gran día, no quería que terminara.- Oye, ¿me darías tu tuenti?.
Ella asintió: -En realidad lo tiene Hanna, es Eleonor Aromadel Amanecer. Muy cursi, ¿eh?
-Es perfecto.- Dijo él.- Te agregaré.
-Sí, bueno, he de irme. Hasta pronto.- Ella se puso de puntillas y le dió un beso en la mejilla.- Chao.
Y se alejó, dejandolo solo y con un cosquilleo allá donde lo había besado.

jueves, 26 de mayo de 2011

Tú.

Sabía que llegaría ese momento, cuando miraba al interior de tus pupilas y notaba que esa valla seguia erguida.
No tenía ninguna intención de herirte, y supongo que tú a mi tampoco. Entonces, ¿por qué lo aplazamos tanto? No lo sé.
Cuándo nos conocimos me sentí la persona más feliz del mundo, y ahora que no estamos juntos no tengo por dentro ese gusanillo que me decía ``vive´´.
Mi vestido blanco ya no vuela con el viento, mis zapatos negros de charol ya no brillan como antaño. Mi pelo no tiene vida y aunque lo adorno con hermosos lazos no captura la caricia del sol. Pero no quiero olvidar, solo quiero recordarte día y noche, y esperar a que en algún momento deje de doler.
Los niños juegan entre ellos, ya no preguntan por tí, saben que me hace daño recordarte. Les compré el perro que tu tanto querías y para tu sorpresa se lleva genial con Cloe. ¿Te acuerdas que dijiste que la refunfuñona y regordeta Cloe no conseguiría nunca hacer amigos? ¡Pues lo ha conseguido!
Tus cosas siguen aquí, aún no me atrevo a darlas porque pienso que puedes volver en cualquier momento. Aunque es un pensamiento extraño e inutil. Eso jamás pasará.
Cada 27 de Febrero enciendo una vela por tí, para que te cuides haya donde estés y no te olvides de nosotros. Te queremos, aún a pesar de tu marcha.
Siempre he querido que sepas que no te guardo ningún rencor y que mi genio de las últimas semanas eran producidas por el creciente sufrimiento que se avecinaba. Siento todas las mentiras que te dije. Pero al final, fue mejor para los dos. Ahora, aunque sé que no podrás contestarme pero si escucharme, te cuento todo esto frente a tu foto.
Te hemos ido a ver esta mañana, sigues como siempre. El picnic ha sido realmente bueno, y aunque tu no has podido compartirlo con nosotros, sabemos que te habría encantado. De lejos hemos contemplado como ha cambiado tu vida, y tu nueva casa nos ha parecido muy poco acogedor por eso te hemos puesto unas margaritas en la loza.
La próxima semana llevaré el pastel de frambuesas que tanto te gustaba. Espero que al menos puedas deleitarte mirandonos comerla. Nos vemos, no puede ser pronto porque aun debo cuidar de ellos, pero te prometo que nos volveremos a ver.
Te amo, cuidate dónde quiera que estes y esperame, porque iré en tu busca.

martes, 10 de mayo de 2011

Helena.

La mañana asomaba por la ventana, y el sol se reflejaba en el espejo del tocador. Las sábanas revueltas se encontraban tiradas al lado de la cama, y la manta de algodón descansaba cuidadosamente sobre el cuerpo tibio de Helena.
Vestía un camisón blanco de seda, que le cubría hasta las caderas. Con el canto de un pájaro ella se despertó y desperezandose lentamente se incorporó en la cama. Mientras se frotaba los ojos se acercó al tocador donde reposaba el balde de agua tibia que le preparaba Anna para que se lavara la cara. Se quedó mirando el reflejo cristalino del agua atravesado por un par de rayos que tras reflejarse en el espejo, hacían un arco iris en ella.
Hundió las manos en el balde y se lavó la cara con calma, disfrutando del tacto que dejaba el agua en su piel. Cogió la pequeña toalla y se secó, levantó la vista y vió por el espejo como por el balcón izquierdo aparecía él. Sobresaltada, se dió la vuelta contrariada, no sabia si gritar o quedarse quieta esperandolo. Miró rápidamente a la cama y luego hacia la puerta. No había indicios de que Anna viniera para acicalar la para desayunar.

Él dejó caer su peso en las dos piernas de un solo salto y la miró. Sonriendo, mostró su dentadura blanquecina que resaltaba con su piel morena. Por un momento, ella se quedó sin respiración cuándo él con dos zancadas llegó a su lado. Sin mediar palabra la atrajo hacia sí en un abrazo hundiendo su cara en la melena rubia de ella.

Helena aún no daba crédito a lo que veía, y cuando él la abrazó sus dudas se disiparon y con un quejido sordo comenzó a llorar.
Al poco rato de saberla tan cerca, se separó y recorriendo la con la mirada la añoranza de tocarla volvió a inundarle completamente. Con dos besos en cada pómulo limpió las lágrimas que le recorrían esas preciosas mejillas sonrosadas. Le cogió tiernamente la cabeza sopesándola y poco a poco juntó sus labios con los de ella, dulces y blandos que de un rosa claro pasaban a un rojo cuando, con desesperada pasión, besaban los de él.

La cogió delicadamente sin dejar de besarla, ella instintivamente rodeó su cuello con los brazos, soltándola sobre la cama escuchó el jadeo que desprendieron los labios de Helena cuando él se separó para poco a poco ir quitándose la ropa. Primero soltó la capa que le rodeaba el cuello, se fue desabotonando su camisa mirando el cuerpo de Helena reposar sobre la manta burdeos de algodón. El camisón se le pegaba a las protuberantes curvas de sus pechos que bailaban bajo el son de su respiración agitada. Se quitó la camisa y sus ojos se encontraron. Ella sonrió ante la mirada feroz de él.

Como un soplo de brisa, él ya estaba aplastandola con su cuerpo y su boca devoraba con fuerza lo que encontraba. Por los hombros de Helena se deslizaron las finas tirantas del camisón dejando al descubierto esos pechos que a él encantaban. Cesó el hambre de su boca con uno de ellos, ella gimió roncamente ante el contacto húmedo. Rodeando el otro se deleitó con su textura y peso, y jugueteando con ellos en su boca se excitaba con los pequeños gemidos de Helena. ¡Cómo la había echado de menos!
El cuerpo de Helena se debatía con espasmos de felicidad y miedo a ser descubierta. Iba a abrir la boca para replicar cuando él se separó para liberarla, pero ella no supuso que lo que él quería era poder quitarse lo que le restaba de ropa. Con un ágil movimiento, quitó el nudo de sus pantalones y junto con sus calzones se los sacó dejando al descubierto su empuñadura.
Helena ahogó una exclamación de asombro, y un miedo le recorrió todo el cuerpo. ¿Le dolería? No pudo pensar mucho puesto que ella ya descansaba sin camisón bajo los poderosos músculos de él. Su miembro hinchado se le hincaba en el vientre, sus piernas temblaban, pero un beso de él lo calmó todo.
Sus manos rodearon el cuello fuerte de su amado, y las manos del jugaron con sus mechones mientras besaba con pasión cada parte de su cuello.
Ella perdió la noción del tiempo y los actos, y dejándose llevar por el fuego fue cediendo ante las caricias del amante impaciente. Éste recorrió sus piernas desde el tobillo hasta la parte interna de sus muslos. Jadeando, Helena dejó descansar las manos sobre la espalda de ese hombre que la consumía como si de una cerilla se tratase. Sus dedos encontraron la espiral que su pelo formaba bajo el ombligo, cubriendo con poca cantidad su doncellez. Tomó aire, y mordiéndose el labio miró lascivamente a su embaucador. Rogándole con los ojos, él procedió a introducir lentamente uno de sus dedos en ella. Se la sentía caliente, húmeda y lista para recibirle, aunque quizá demasiado prieta. Volvió a introducir dos dedos esta vez y poco a poco ella fue cediendo. Tomando ritmo, se alzó en su brazo izquierdo y juntó sus labios con los de ella. Le susurró un te amo, que el viento se llevó con el ronco sonido del gritó que Helena dio cuando él se hundió en ella. Él con un movimiento lento, entró más en ella, y entonces notó como cedía. Ella mordió con delicadeza su hombro y él poco a poco comenzó un vaivén de movimientos lentos a los que ella respondía amoldandose. Empezó a incrementas el ritmo, Helena clavaba las uñas en su espalda atraiéndolo hacía sí. Se besaron unos minutos y entonces él prosiguió embistiéndola con intención de llenarla completamente. Sintieron casi al instante como todo iba in crescendo y una lluvia de felicidad se derramó sobre ellos.
Helena repleta de sudor, jadeaba, él tumbado sobre ella respiraba agitado. Se miraron y sonriendo se dieron un beso. Y así quedaron, uno sobre el otro, amándose por primera, pero no por última vez.

viernes, 29 de abril de 2011

El fantasma.

Mis manos tocaron el fondo, el que nunca pensé que llegaría a ver. Estaba frío, y las losetas húmedas me raspaban las palmas. Ríos de sangre manaban de ellas y corrían calle abajo surcándolas, correteando por los bordes sobresalientes del suelo que me rodea. La ropa que cubre mi cuerpo se haya mojada y pegajosa, mi piel quiere escapar de su agonioso abrazo, pero la sangre seca hace que me sea imposible quitarme los harapos en los que se ha convertido. Aún repicotean los aplausos de los visitantes en mis odios, aún escucho las risas de las mujeres y los oscuros ronquidos de los hombres ante mí.
Aún siento las miradas penetrantes de los niños, que curiosos y ajenos a todo esto, me miran contemplando como las heridas desprenden el líquido, que cada vez me recorre menos las venas.

Pero no importa, sé que dentro de poco se cansarán, mi momento llegará, y aunque no culpo a mi madre por el destino que me dio quiero agradecerle que al menos me haya dado destino que tener.
Porque pronto escaparé y entonces, no solo se reirán de mi, sino que compartirán mis proezas, y con lágrimas de felicidad sabrán darme la bienvenida al mundo de los humanos.

Atardecer

Apoyo los brazos en el borde de la barandilla, la vista es preciosa, el sol roza el horizonte y se ahoga en el mar multicolor que tengo delante. Unas cuantas olas chocas contra el acantilado que observo. Dos gaviotas sobrevuelan la arena, rodeándose con giros artísticos entre ellas, juntándose hasta casi rozarse, separándose y quejándose por el viento que se cuela entre el espacio que queda cuando se retiran. Siguiendo el camino del viento, se posan sobre el agua y se lavan las plumas. El viento me despeina, pongo una mano en mi mejilla para evitar que el pelo me pegue en la cara. Lo noto chocar contra mi espalda. La falda se levanta lentamente ondulándose al viento. Mis ojos son dos rendijas que miran detenidamente el contorno del sol. Suspiro, y una mariposa revolotea a mi lado, batiendo sus alas de colores celestiales y parece que tira polvos de felicidad a su alrededor. El viento trae palabras que susurran mi nombre; ``Natalia´´. Me giro y allí está él, con un ramo de rojos tulipanes, sonriéndome con dulzura. Sus ojos son rasgados y azules como el cielo que ahora se oscurece con la escapada del sol. Acercándose a mi alza la mano en mi dirección. La tomo con delicadeza y cogiendo el ramo lo acerco para olerlo. Le sonrió y en su mirada veo el deseo que lo embriaga, me doy la vuelta y dejo que él me rodee con dulzura la cintura y me pegue a su cuerpo. Inhalo el aire puro y con la última estocada de luz desapareciendo en el horizonte, dejo al aire escapar de mis pulmones. Las palabras tornan de lo más profundo de mi garganta; ``Te amo´´. Y abrazada a él paso la noche más hermosa de mi vida, oliendo tulipanes carmesí, el agua salada y la felicidad llenándome por dentro.

miércoles, 13 de abril de 2011

Pastel de queso con frutas.

Tras las inmensas colinas de Upon-once-the-sea el castillo se levantaba recien amurallado, las cortesanas se movian rapidamente preparando el esperado banquete de esa noche. Los caballeros llegaban despues de casi 4 años de batallas en el frente oeste y esta noche celebraban la victoria. El general al mando de los soldados del duque era conocido por su valor en toda la region, y esa noche iba a pasar un tiempo en esa fortaleza. Todas las damas vestian sus mejores galas, aun las que estaban emparejadas como las que no. Cuando los soldados entraron por la puerta un bullicio se aglomeró formando un camino hasta la plaza principal donde los soldados bajaron prestos de sus monturas. Eaven, el general, bajó de su gran potro Huno, y despues de acariciarle lentamente el lomo se giró para er recibido por una dama. Esta, lo llevó hasta una de las habitaciones de la mansion residencial, allí él se quitó el yelmo y la armadura y se lavó. Sarah estaba tarareando alegremente mientras entraba a la aldea con una cesta llena de manzanas, los caballeros ya habían llegado y ella aun no había preparado el postre principal. Deseaba conocer en persona a los valerosos caballeros que habían luchado por las tierras pero primero tenía que terminar su trabajo. Marchó a la cocina, y arremangandose la falda subió las escaleras de atrás. Comenzó a preparar el postre, tarea que a ella le encantaba, ya que siempre recibia grandes halagos de su señor, y el poder deleitar los paladares ajenos era algo especial para ella. Cuchillo en mano no escuchó como la puerta de la cocina se abria. Un carraspeo llamó su atención y se volvió asustada empuñando con fuerza el cuchillo. Cuando vió al gerrero de pie observandola se quedó sin respiracion hasta que se obligó a pensar. -¿Desea algo?- Soltó el cuchillo sobre la mesa y comenzó a secarse las manos en el delantal. - Solo buscaba algo de picar, llevo dos días sin probar bocado.- Y entonces el sonrió. A ella el corazón se le aceleró y notó como se enrojecia. Dandole la espalda al guerrero se acercó a la estantería y tomó un poco de pan y algo de queso fresco. -Tenga.- Él ya se había fijado en que ella estaba un tanto asustada con su inesperada presencia allí, pero cuando la notó sonrojarse algo dentro de él se calentó, y un sentimiento rudo le recorrió la mente. Se puso rígido ante el contacto de sus manos, y notó el suave contacto de la piel de ella. Se relamió los labios, ella bajó la mirada y se aparto, y entonces el tuvo que frenar el impulso de cogerla por detrás y... -Gracias.- Dijo con la voz demasiado grave. Y volvió a su habitación. En el banquete él no dejo de pensar en esa dama, una simple cocinera que le habia hecho salir los más bajos instintos. Muchas damas hermosas se posaban a su alrededor como mariposas, revoloteando, pero él no se sentía especialmente atraido por ninguna. Una vez hubo finalizado el banquete tocaba la hora del postre y entonces vió como ella se acercaba con una gran bandeja que la hacia caminar en zigzag. Tan menuda como era le hizo sonreir y quiso levantarse para ayudarla, pero permaneció sentado. Sarah, dejó la bandeja en mitad de la gran mesa y se limpió la frente, llenandosela de pegajoso queso. Había hecho un pastel de queso, con trocitos de varias frutas y le había hechado un poco de dulce de leche, hecho por ella misma, para darle algo más de gusto. Sonrió a todos los caballeros paseando la mirada por cada uno de ellos, y cuando vió allí al hombre de antes no pudo dejar de mirarlo. El señor la llamó: - Querida Sarah, estamos esperando que hagas los honores.Ella asintió y levantó la tapa del pastel dejandolo al descubierto. Todos los guerreros exclamarón al unísono, incluidas unas cuantas damas. -Creo, mi señor, que aquí habrá para todos.-Dicho esto comenzó a servir a cada uno de ellos. Ya era tarde, Sarah se dirigia a su habitación cuando notó que alguien la seguía. Sin que su perseguidor se diera cuenta de que ella lo sabía torció en un pasillo sin salida y se escondió en la oscuridad. Tal y como pensaba él entro en el pasillo oscuro y se quedó mirando la pared sin salida. -¿Que buscais, señor?- Preguntó ella con un tono de ironía en la voz. -Eh...-Eaven no pretendía nada, solo la seguía por curiosidad. Pero no había supuesto que ella era tan aztuta.-Solo buscaba una moza que pudiera ayudarme a poner mi chimenea. Hace un poco de brisa. Sarah sabia que le estaba mintiendo, pero asintió y le indicó al guerrero que le enseñara la habitación. Él la guió sin reparo y juntos entrarón a la habitación. -Señor, no es por contradecirle pero la chimenea ya se encuentra encendida- Eaven masculló una maldición.- ...y además, la habitación está bastante caldeada.Se guiró con las manos en la cintura y los brazos en jarras, con una expresión que lo desconcertó. No estaba enfadada, pero lo miraba con algo parecido al odio. -Es cierto, habrá venido alguien...-Ella apartó la mirada y se dispuso a irse pero él se interpuso entre la puerta y ella.- Si no le importa, me gustaría que se quedará. -Me importa, estoy cansada y tengo cosas que preparar....-Eaven la acalló deprisa llevandosela hacia sí en un abrazo y sellandole los labios con los de él. Tensa al principio, se dijo que no era el momento, ni siquiera el hombre que ella esperaba, intento hacer esfuerzos por liberarse pero ese hombre era muy fuerte, especialmente fuerte.Eaven aún con una mano en su cintura le tomó la cara y la retiró un poco para bajar poco a poco por su cuello. Ella susurró algo que él no pudo, ni quiso entender, y entonces, el deslizó la mano por su cabello sujeto en una trenza y con manos hábiles la desató. Sarah notó como él cerraba la puerta, si no se negaba pronto no tendría otra ocasión. Intentó de nuevo separarse de él, y entonces Eaven la tomó en volandas y con dos pasos ligeros la dejó delicadamente sobre la alcoba. Sus ojos se encontrarón y la resistencia de Sarah acabó por derrumbarse. Él le sacó lentamente la camisola junto con el delantal y ella no se resistió. Ella se levantó y le quitó rapidamente las pocas prendas que aún cubrían el cuerpo de él. Ante el súbito intento de decirle su nombre se acordó que no lo sabía, primero titubeó: -¿Cómo...-se aclaró la garganta- cómo te llamas?-El gruñó pero constestó rapidamente. -Eaven. -¿Sólo...? -Mujer...-susurró el contra su oreja.-no hagas preguntas. -Mi nombre es Sarah...-Dijo ella antes de que él volviera a juntar sus labios. Eaven se deleitó solo con la superficie de los labios, entonces poco a poco le abrió la boca e introdujo su lengua y la puso en contacto con la de ella. Ella se retorció de placer y en ese momento él aprovechó para quitarle la ropa interior. Y al sentir que la piel de ella se encontraba desnuda al raso le cubrió un pecho con la mano y lo masajeo al tiempo que bajaba para besar suavemente el otro. Al contacto, los pezones se endurecierón y él emitió un ronco sonido cuando abrió la boca para recibirlos. Sarah gimió ante el jugueteo que él ejercía sonbre su pecho. Eaven sentía dolor entre las piernas, deseaba poseerla completamente pero aún no podía dejarse llevar por eso. Bajó la mano lentamente por el abdomen y notó que estaba caliente y húmeda lista para recibirlo. Él tragó sonoramente cuando la penetró con un dedo y ella profirió un gemido. La prepraró un poco más y añadió otro dedo más. Ella estaba prieta y entonces él notó que aún estaba ahí su barrera. - Aún no has.... -No te detengas ahora, sigue.-Él obedeció pero entonces ella chasqueó la lengua.- Hazlo ya.- Súplico.Él la beso pausadamente y se colocó encima de ella, con un poco más de pasión en el beso la penetró ligeramente pensando que ella no sentiría dolor. Y así fue, Sarah estaba desconcertada y ante la primera estocada de él no pudo más que suspirar de alivio y le hincó las uñas en la espalda llevandolo hacia sí. Eaven lo notó y entró un poco más en ella rompiendo el ligamento. Ella no hizo ruido alguno más que un pequeño gemido, y entonces abrió los ojos y se lamió el labio inferior. El instinto de Eaven pudo con él y empezó a enbestirla con más impetú, hasta que ella se cerró sobre él gimiendo de placer y entonces él llegó un par de segundos después que ella. Nunca había sentido tal placer, y aunque estaba satisfecho una parte de él quería volver a poseerla. El mirarla y verla sudando con una sonrisa brillante bajo él no ayudó a calmarlo, volvió a besarla y se separó un poco para contemplarla. - ¿Más?- Preguntó ella inocentemente, él dió un gruñido y volvierón a llevar acabo esa maravillosa unión que los fundía.

sábado, 9 de abril de 2011

+

¿Qué pienso? ¿qué opino? ¿qué sentencia ejecuto sobre todo lo que respecta a nosotros? Dime, ¿qué debo hacer? Realmente, no lo sé. Y, no sé si quiero saberlo. ¿Quiero saberlo? Quizás si, quizás no. ¿Importa? Sí, mucho. Demasiado. Miro los actos cometidos y me doy cuenta de mi egoismo. Mi total escentricidad que no me permite mirar a los demás, al menos, no por debajo del hombro, ni frente a frente. Si no con la cabeza erguida, esperando cualquier fallo para correguirlo, para echarlo en cara, para arruinar a lo demás. ¿Por qué soy así? No lo sé. ¿Debo cambiar? Quizás, pero ¿qué camino cojo? Izquierdo, ¿derecho?. O quizás el camino solo sea arriba o abajo. Esa elección es más complicada. Temo bajar porque sé que no podré volver a subir. Temo subir porque creo creer que caeré y no habrá nadie para cogerme. No, no habrá nadie para cogerme, pero seguro que hay alguien para reirse de mi. Aunque, debo arriesgarme. Tomo aire y doy un paso al frente, aún piso suelo. Doy otro más segura, no ocurre nada. Otro más, y otro, uno de nuevo y otro, y sigo avanzando. Confiada entono una melodia, mis pies se mueven al son y entonces, doy de bruces contra esa pared. La cuál colocas ante mi y ante ti. Dices que he actuado mal. ¿Cuándo? ¿Qué? ¿Cuál es la pisada que he dado más fuerte de la cuenta? Cuentame en qué me he equivocado. Qué he hecho mal. Si me lo dices podré contribuir para que no ocurra de nuevo. ¿Qué? ¿Vuelve a ocurrir? ¿Cómo? Intento evitarlo, ¡de verás que sí! ¿No me crees? ¿No crees en mi palabra? Entiendo. Pero, aún así, y a pesar de todo sigues aquí. ¿Por qué? Comprendo. Lo haré, no te defraudaré. Te necesito, no me dejes. ¿Lo hice de nuevo? ¡Santisímo Dios der Cielo! ¿Es qué nunca podré evitarlo? ¿Cómo debo comportarme? ¿qué es lo que hago mal? No contestas. Escucho el eco de mis propias palabras en mi cabeza. No debo pensar, debo ser yo misma, pero te molesta que yo sea así. ¡No puedo ser yo misma! ¿Por qué lo miras así? ¿Por qué me miras así? ¿Crees qué me iré? ¿Qué te dejaré? ¿Crees que te fallaré de nuevo? ¿Es qué no confias en mí? ¡No confias en mí! ¡Oh, cruel destino! ¡Puta arrogante desinflada y ennegrecida! Haces que desconfie de tí. Tan solo deberias dejar de ser así. ¡Deja de ser así! ¿Cómo? ¡Cambia! ¿No puedes? ¡Deja de existir! Entiendo, lo que quieres es que te mire así, con esa mirada de desprecio. Que mire asesinamente a todos. No, ya lo sé. Serenate, muchacha. Sonriele, verás que... no, no funciona. Tocalé, seguro que... me atraganto con mi propia saliba. ¿Por qué me mira con esa expresión de asco? ¿Por qué no quiere que le toque? ¿Por qué me da un manotazo? ¿Qué he hecho? ¡Me desprecia! ¡Me desprecia! Una y otra vez, ¿qué intentas? Dejalo, das asco, das pena. ¿Qué pensará él? No lo sé, en sus ojos se adivina el rencor, el odio, el asco...pero,¿lo pensará de verdad? No sé, ¡No lo sé!. ¿Cómo puedo sabero si no para de mirarme así? Calma, ya está. Sonrie. ¿Ves? Se le pasó. Te coge la mano, te la beza. Te sonrie. ¡Qué sonrisa! ¡Cómo lo amas! ¿Por qué? No lo sabés. Pero cuando te mira con esa mirada cálida y te sonrie demostrandote que eres la única, qué sólo estas tú. ¡Un momento! Ya no lo hace. A mirado a otra, ya no te mira. Observa a los demás. No estas tú sola. Bueno, no importa. Bajar la mirada no sirve. ¡Sonrie! ¡Ya sabés que él no mira a otra! Sonrie, así. Bien, todo está bien. ¿Qué ocurre? Amigos. Sus amigos. Sonrio. Bromas, bromas que no me hacen gracia. Sigue sonriendo. Él se rie. Riete tú también. Ahora entabla conversación. Él se va. Te quedas sola. ¿Con quién hablas? Él, él mismo. Te ries, intentas encajar. Él vuelve y abruptamente te atrae, posesivamente. Con la mirada te regaña: ''¡No sonrias a otros! ¡No seas feliz! ¡Eres mia!'' No sonrias, no vuelvas a sonreir. Ya a solas, él te recrimina. ¡Demasiado seria! ¡Seria! ¿Por qué? ¿No me dijo? No...no lo entiendo. ¡Quiere verme! Genial. ¡Lo pasaremos genial! Estoy deseandolo. Le preguntaré por sus amigos, lo que ha hecho. ¡Sí! Seguro le ha ido bien. No me llama, no se conecta. ¿Dónde está? Esperaré. Nada. ¿Por qué? Se ha olvidado de mi. ¿O es qué ya , ya...? Ya no lo soporto. ¡Llora! ¡Llora! Él no lo sabrá. Él nunca lo sabe. Lo vuelves a ver, no se lo recrimines. Déjalo pasar. Preguntale que tal le fue. Sonrie. No puedes. Duele que te cuente que se olvidó de tí. Duele, duele, duele. ¡Ah! Quiero llorar, no, no lo hagas. ¡Se preocupará! Sonrie, no, no. ¡Te he dicho que no llores! ¡Mierda! ¡Se ha enfadado! ¡Cálmalo! ¡Rápido! Mierda, se lo reprocha. ¡No! No es tú culpa. Imbecíl, mira lo que haces. ¿Esto era lo qué querías? ¡Vete al infierno! ¡Él era mejor sin tí! Él, él, lo pasa mejor con otros. Tú solo lo haces enfadar. ¡Él estaba mejor sin tí! ¡Déjalo! Nunca, ¡nunca! Lo sabes. ¡Nunca! Ahora nos enfadamos, otra vez. ¡Cómo siempre! ¡Nunca seremos felices! Nunca. Él no confía en tí. Tu no te quieres ni a ti misma. ¡No podrás querer nunca a nadie! ¡A nadie te digo! Eres inserbible. ¡Oh!, no, mentira. Él se acerca. Quiere calor. Tan solo calor. ¿De verad? No. Me ama. ¿Verdad? Sí, lo sé. Sonrio, feliz. Vuelve la calma, la felicidad. Hacemos el amor, después de acabar, se va. ¿A dónde? No mires, volverá. ¡Lo sé! No te preocupes. No vuelve. Ahora sí, me abraza. ¿Otra vez? ¿Quiere otra vez? Es que, es que ¿solo sirvo para eso? Niegate, no, sí, no, sí, no. ¡Bah! Al final ganará él, ¡oh! No , me ha dejado ganar. Pe...pero se ha vuelto a ir. Sola, sola, sola, sola, sola sola so.... ¡Siempre te han querido para eso! ¡y siempre te querrán! ¡No sirver ni para cenar en familia! ¡Puta!¡Puta!¡Puta!¡Puta!¡Puta! Lo acompañar a todos lados como su puta personal. ¿Esperas algo? Muerete esperándolo. Amale, amale, él lo hará, lo hará cuando quiera hacerlo y luego te olvidará.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La Gloria de Dios.

Las cuerdas rodean mis muñecas, una gota choca contra mi hombro cada dos segundos, la húmedad se respira en el ambiente, el aire está cargado de frío que hacen a mis huesos romperse, me duelen y los musculos fríos estallan en un súbito espasmo cuándo el hueso cruje. Por la rendija entra un escaso rayo que da al centro de la celda. Una rata corretea por el poco heno que es mi cama. Mis pocas ropas huelen a muerto, a batalla. No me siento culpable de haber alzado una espada. No me siento vencida en esta guerra, pues la palabra de Él me basta para saber que he ganado.
Mi pelo corto se me pega a la cara, y gotas de sudor hacen que lágrimas recoran mis mejillas. Los ojos me escuecen. No siento mi boca pero sé que está hinchada. No tengo más que hablar. Nada más que decir. La fé es lo que me guía y por ella, y por Él yo sucumbiré. Y por fin podré contemplar su gloria.