domingo, 23 de agosto de 2020

Primavera

Con el sonido de la mañana y los rayos del sol clareando el día, se despierta la vida en las lindes del bosque. El canto de los pájaros la hacen sonreír y mira a su alrededor sintiendo paz en otro día que comienza. 
Desperezándose, poco a poco va abriendo la boca y las flores de su pelo le hacen cosquillas en la espalda. Siempre es la última en levantarse pero hoy, comprueba que las demás aun siguen durmiendo en sus hojas. Aprovechando su ventaja comienza a saltar de hoja en flor, de flor en flor, y salpicando con sus saltitos las gotas de rocío se escucha un delicado plic, plic, plic en el ambiente. 
Mirando a su alrededor comprueba que muchas de sus compañeras ya están en marcha y sin perder más tiempo comienza a volar hacia las flores mas cercanas al cielo. 
Con una susurrante canción va despertando las flores que comienzan a abrirse con su melodía. Brillando con los rayos del sol se crea un precioso paraíso de colores, todas diferentes pero todas iguales. Todas transmiten belleza, poder y vida. Sonriente desde su puesto comprueba como los animalitos comienzan a salir de sus madrigueras, nidos y escondites. 
Dos conejitos se pelean de buena mañana para ver quien sale primero al encuentro de la jornada. Presurosa se acerca hasta ellos y con un trozo de hierba deliciosa hace que estos dejen de pelear. Satisfecha con su trabajo los guía colina abajo para que corran por el valle que lleva hasta el río. 
Un asustado piar le llama la atención, y girándose en su busca encuentra en un alejado nido un pichoncito que aún no ha echado a volar. Dando piruetas en frente suya, saltando, volando, animándolo a que tome el vuelo, el pichón lleno de seguridad aletea contento las alas. Cada vez más rápido y armándose de valor echa a volar.
Al principio con dificultad va cayendo y perdiendo altura, pero gracias a la ayuda de ella comienza a elevarse y a mitad de camino se encuentra con más pajarillos como el, que trisan y trisan sonriéndole por su gran hazaña.

Ya cercana la tarde, bostezando pues su trabajo esta casi concluido se tiende sobre su salvia patens favorita y dejándose guiar por morfeo sueña primorosa con el día siguiente. No obstante una lluvia juguetona de primavera la despierta sobresaltándola. Es hora de poner a todos los animalillos a salvo, y volando lo más rápidamente posible comienza su trabajo de recogida.
Falta un patito que no encuentra su madre pata. Aleteando por la rivera del río, pasando la linde del bosque, ve como el patito intenta nadar contra corriente pero esta lo lleva lejos del bosque. Sin dudarlo, da un silvidito y tres de sus compañeras llegan junto a ella. Señalando al patito, sus amigas comprenden y entre todas consiguen cogerlo del agua. Volando luchan contra el viento que se levanta por fuera del bosque. Finalmente, tras mucho batallar contra la tormenta, devuelven el patito a su mamá pata,  sano y salvo. Todo está conseguido y por fin, cae la noche. Agotadas, se miran entre ellas y dando por terminado el día de hoy, viendo como poco a poco las flores van cerrándose y los animalillos se resguardan en sus hogares, cada una vuelve a su flor correspondiente.
Y estirándose perezosamente, deja caer su cara entre los brazos, apoyándose delicadamente sobre su Ángel azul. Una cascada de pelo sobresale por fuera de la flor y un acompasado aleteo termina cuándo por fin, ella, se queda dormida.