sábado, 20 de abril de 2013

Corazón Sediento


Era un tiempo de clandestinidad, dónde los hospitales estaban atestados de heridos y moribundos causados por la guerra que se vivía en las calles. Entre tantos enfermos, heridos y amputados habían de todo tipo de clases sociales, altas bajas, mendigos, gitanos.... no había distinciones en los hospitales debido a que lo primordial era la salvación de todos ellos. Algunos traían graves enfermedades que acababan con grandes zonas de estos lugares, y los enfermos afectados  se tendían a acorralar en puntos estratégicos donde no pudieran contagiar el virus que los infectaba.
En una de estas salas se desarrollaba una pelea entre dos hombres de distintas clases sociales, el más rico de los dos abofeteaba al mas pobre, recriminándole que debido a el y a todos los de baja sociedad con costumbres poco higiénicas, él se encontraba ahora en esa situación. El otro era delgaducho y no estaba en condiciones de defenderse, tal fue así que acabó mal herido, delirante en una de las esquinas más cercanas a la zona de no infectados.
Una enfermera que pasaba por allí, lo vio, tan frágil y sólo que saltándose las normas lo acogió en la zona y lo llevo a una habitación sólo para él.

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Cuándo despertó, lo primero que le pareció ver fue un ángel. Una gran cabellera negra caía sobre los hombros de la muchacha con los labios mas rojos que él había visto. Sus ojos azules lo miraban con sorpresa y expectación  Él intentó incorporarse pero ella no se lo permitió, lo tumbó de nuevo en la cama y le dijo que guardara silencio.
Ella, moviéndose como si flotara comprobó que la puerta estuviera cerrada y volvió junto a él.
-No hables y no intentes moverte...-Su voz sonó como campanillas en la cabeza malherida del hombre. Pero el sonido no le molestaba, sino que lo envolvía.- Me llamo Charisse, y cuándo te vi tirado y sólo no pude dejarte allí. -Charisse se mordió el labio inferior y luego le sonrío.- No creo que estés infectado, pues yo aún no me he contagiado de nada. Sólo quédate aquí por unos días mientras te curo las heridas que tienes y luego podrás irte.
Se volvió y salió de la habitación. Él se quedó pensando en ella todo el día.
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Pasaron unas dos semanas, él ya podía andar y hablar, pero permaneció allí más tiempo pues no tenía ningún lugar al cuál ir. Pero, hasta ese día duraba su presencia en esa instalación, tendría que irse y volver a la calle, a vivir en una callejuela y esperar a que el día de mañana consiguiera comida que llevarse a la boca. La puerta se abrió y ella entró, con un precioso vestido negro que se le ajustaba en las piernas y tenia un escote circular, que dejaba entrever sus pechos.
-Es hora de irse Anthony. Espero que sepas que si por mi fuera te dejaba quedarte por más tiempo, pero no es posible...- Le sonrió y ayudándolo a levantarse lo llevó hasta la calle. -¿Quieres que te lleve a algún sitio?
-No hace falta.-Carraspeó. Le daba coraje que con ya 23 años tuvieran que atenderlo como a un crío de 12.- Está bien así. Muchas gracias.
Se alejó cojeante, aún le dolía la pierna, hasta la siguiente esquina, estaba ya apunto de entrar a el callejón donde pensaba dormir esa noche cuando la escucho.
-Espera, Anthony. Me daría una gran honor si vinieras a mi casa a dormir esta noche.
-Gracias, pero estaré bien por aquí.
-Por favor, hazlo por mi.-Le rogó. -Estaré más tranquila si te tengo cerca.
El pensó largo rato y no vio nada de malo en dormir bajo techo la primera noche fuera del hospital. Asintió con la cabeza y juntos cogieron un taxi que los llevaría a casa de Charisse.

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Seis años después...

Anthony estaba cansado, nunca se acostumbraría a las reuniones de prensa. Estaba agotado y muerto de hambre. Llegó a su casa y dejó a un lado el maletín. Ser secretario de uno de los directores mas importantes de un banco no era cosa fácil de hacer, pero había estudiado arduamente cuatro años atrás desde que conoció a Charisse. Hablando de Charisse, era raro que no hubiese llegado todavía. Sonó el timbre. Ahí estaba. Fue hasta la puerta y le abrió a la siempre guapa y despampanante Charisse.
Ella no tardo mucho rato en quitarse el chaquetón y quedarse con un fino traje rojo que marcaba sus curvas con deleite para los hombres.
-¿Cuánto tiempo más piensas llevar esos vestidos ajustados al trabajo?
-¿Te molesta?- contestó divertida con una sonrisa exquisita en los labios.
-Sabes que no, pero una buena mujer no va provocando a sus pobres pacientes enfermos.
-Cuándo tu eras mi paciente no te quejabas mucho de ellos.- Se sirvió una copa de vino y se sentó en el sofá, cruzando las piernas y dejando muy poco a la imaginación.
-Eso fue hace mucho tiempo y tu y yo, en fin, no nos conocíamos.
El se quitó la corbata y se apoyó en el sillón paralelo al sofá con aire cansado.
-¿Mucho trabajo?-Inquirió ella.
-Sabes que sí, como cada noche.
-Entonces...-dijo ella dejando la copa a un lado y acercándose al sillón de forma provocativa.- ...esta noche, ¿no me harás disfrutar?
Se sentó sobre las piernas de Anthony, el cuál, ante su proximidad no pudo evitar que se le endureciera. Poco a poco, Charisse acercaba sus labios a los de él, y en el último segundo, con sus pechos rozando el pecho de él, y sus manos acariciando su nuca, se apartó. Pero Anthony no estaba dispuesto a que se alejara, sujetándola de la cintura, la acercó hacia su erección y con arrolladora pasión le atrapó los labios. Continuó besando su cuello, y llegó hasta su seno derecho, cuando estaba a punto de meterse el pezón de ella a la boca, escuchó la risa triunfadora de ella. Acto seguido, lo lamió y la risa de ella se convirtió en gemido. Finalmente, ella había ganado otra noche.

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Al día siguiente llegó a la empresa y todo estaba demasiado tranquilo. Era un tanto extraño. Al llegar a su mesa de secretario vio una carta del director. Le pedía que nada más llegar se presentara en su despacho, y así lo hizo.
Al llegar tocó la puerta, y tras escuchar el ``pase´´ del director, entró.
-¿Quería usted verme?
-Sí, pasa y siéntate por favor, aún tenemos a otra persona que esperar.
Anthony así lo hizo. No era extraño que nada más llegar se le reclamase en el despacho del director, pero hoy, este tenía un aura muy extraña. Como de pesar y regocijo al mismo tiempo. Estaba preocupándose por nada, seguro que no había nada nuevo.
Se escucharon unos leves golpecitos en la puerta, el director dejó entrar a la persona que estaba al otro lado.
-Disculpe el retraso señor. -hizo una leve reverencia y se acercó a la mesa.
-Siéntate, Elizabeth.
-Lizzy, por favor.-Dijo ella con una voz dulce, y se sentó. Iba ataviada con una falda azul de pequeñas flores rosas, flores de cerezo. Llevaba una camisa blanca y un jersey beige encima, que estaba remangado hasta el codo. el pelo lo tenía recogido con un pasador y le caía en tirabuzones por la espalda hasta la cintura. Además, sus ojos estaban detrás de unas gafas de pasta negras, que hacían que no se notara su color, aunque parecían de un azul oscuro muy peculiar.
-Ahora que estamos los tres, tengo que comentarle Anthony, las nuevas.
-¿Las nuevas señor?- comentó él contrariado.
-Sí, las nuevas. Y las nuevas son que usted queda relevado de su cargo como secretario. Lizzy ocupará ahora su puesto.
Anthony quedó sorprendido, y la miró de arriba abajo,  luego volvió su mirada al director.
-Pe, pero... señor, eso no puede ser, no he cometido ninguna falta y siempre he cumplido con mi horario, los trabajos, los encargos... yo, yo..
El directo levantó la mano pidiendo silencio.
-Anthony, en ningún momento le he dicho que se le fuera a despedir ni a dejar sin empleo. ¿Cierto?
Él asintió.
-Desde ahora, ella será su secretaria, y usted se encargará de mi puesto.
El silencio se apoderó del despacho. La chica miraba directamente al suelo, y Anthony no paraba de pasear su mirada desde la del director hacia la nueva secretaria. Entonces, cayó en la cuenta de lo que el director le había dicho.
-¿Entonces, usted se va?- El exdirector asintió.
-Me han destinado a otra agencia, más cercana a mi ciudad. Esta me pillaba a unas cuantas horas de ella.
Anthony asintió, y poniéndose en pie sostuvo la mano de su exdirector. -Ha sido un gran placer trabajar con usted y espero hacer muy bien su trabajo.
-No te preocupes muchacho, si necesitas cualquier ayuda, podrás contactar conmigo  Aquí te dejo mi numero de teléfono y mi dirección.
-Muchas gracias señor.
El ex director se despidió también de Lizzy con un apretón de manos y ella le sonrió tímidamente  volvió a hacerle una inclinación y se quedó mirando la puerta después de que se cerrara tras de él.
Anthony la contemplaba con curiosidad, nunca había visto en una persona tanta calma y sosiego. Le resultaba interesante.
Rodeando la mesa, se sentó en el asiento, e inmediatamente después Lizzy ocupó la silla que estaba enfrente de él, con una gran carpeta abierta y lista para tomar notas.
Anthony sonrió. Se la veía muy atenta y dispuesta a trabajar. Carraspeó y le preguntó.
-¿De dónde eres?- Ella lo miró.
-Eh.. pues yo. -Se mordió el labio inferior, acto que le recordó a la primera vez que conoció a Charisse, y sonrió.- Soy de aquí al lado, vivo en el edifico que se encuentra frente a correos.
-Ya veo. Entonces puedes llegar a tu hora sin problemas. ¿Por qué te contrató el director?
Ella volvió a morderse el labio, nerviosa. Aún no lo había mirado, y en ese momento lo hizo. Sus ojos azules tenían un brillo cálido.
-Mi..es decir, el señor director me contrató porque hace tiempo que le dejé mi curriculum, y ...-busco  entre los papeles de la carpeta y le entregó uno- ...como ve ahí, tengo poca experiencia pero he trabajado en otras cosas similares.
Anthony miró el papel, en efecto tenía experiencia con el trabajo duró. había trabajado de encargada en una biblioteca y de secretaria de una gran empresa, pero no tenía experiencia bancaria.
-Esto no es posible, en tu curriculum pone que tienes 24 años.-Ella asintió.- ¿Y como tienes tanta experiencia en el mundo laboral?
-Mi padre siempre me ha enseñado a hacer mi propio dinero, y además, a mi me gusta ser útil. -Se puso colorada cuando dijo esto último.
-Entiendo. Bueno, Eli...
-Lizzy, por favor.-La interrumpió ella.
-De acuerdo, Lizzy. Ahora mismo te paso un papel con toda la información de la semana. -Ella asintió, se levantó, hizo una inclinación y se dirigió a la puerta.
-Ah, Lizzy.
-¿Sí? -Dijo volviéndose.
-Bienvenida.- Anthony sonrió, ella se puso colorada.
-Gra..gracias.- Y salió corriendo del despacho.

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Unas semanas más tarde todo estaba igual que antes. Anthony, al ser el director, acababa más cansado que antes, pues tenía más tratos que cerrar, mas conferencias que dar, y todo ello debía compaginarlo con las noches con Charisse, que poco a poco fueron siendo menos, pues ella se cansaba de las pocas atenciones que él le prestaba. Además de ello, hubo un escándalo entre ellos dos.
Un día Anthony fue a ver a Charisse al hospital, y entre tanto acabaron siendo descubiertos por personal de hospital. Fue un caos, que un nuevo gran empresario bancario estuviera en un buen hospital teniendo sexo con una de las enfermeras era un descaro. Salió en las noticias, y desde entonces, Anthony presionaba a Charisse con hacer lo suyo oficial, pero ella se negaba. Todo esto hacía que Anthony estuviera muy encerrado en sí mismo, huraño y con pocas ganas de nada, lo que hacía que Charisse buscara diversión por otros sitios, y además, se lo contara a él.
Anthony siempre había sido amable con ella, pero era verdad que se moría de celos de saberla con otros hombres, pero como no estaban juntos, no era quién para decirle lo que debía o no hacer. Ella era totalmente libre de hacer lo que quisiese.
Ese día, habían tenido una larga reunión con una comparativa que estaba dispuesta a contar con ese banco para llevar a cabo una gran empresa de dinero. Había acabado exhausto  pero todo había salido a pedir de boca, y gracias a que Lizzy había hecho la búsqueda más minuciosa de esa comparativa, y de los supuestos acuerdos, las cuentas financieras, además de los plazos, los recuentos... En definitiva, Lizzy le había salvado la vida puesto que él estaba demasiado enfrascado en la suya propia vida.
Al salir del edificio dónde se reunían y antes de que Lizzy se marchara le propuso ir a tomar algo.
-Me parece bien, hoy ha ido muy bien la reunión. ¿No le parece? - A la sonrisa tímida de ella el contestó con una carcajada.
-Ha ido maravillosamente bien.-Ella se sonrojó y juntos andaron en dirección al bar de enfrente.

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Estaba realmente nerviosa, era la primera vez que él la invitaba después del trabajo y ademas, ¡se había reído! Era una buena señal, pues últimamente se lo notaba agobiado y triste. realmente estaba muy nerviosa, apenas podía mirarlo un par de minutos y no paraba de sujetar con fuerza la carpeta que llevaba en los brazos. Hoy se había puesto un gorrito de lana, que le recogía el pelo suelto, se había quitado las gafas y llevaba lentillas, puesto que hacia mucho frío y se le empañaban los cristales con demasiada asiduidad. Llevaba una falda un tanto corta de lana pero no se notaba pues el abrigo blanco que llevaba le llegaba por debajo de las rodillas. Unas medias evitaban que tuviera frío en las piernas y las botas con poquito tacón, marrones y blancas, eran muy cómodas para esa época del año.

Estaban pasando el paso de peatón, y la gente la empujaba, sin querer se chocó contra el pecho de Anthon, como ella lo llamaba, y enrojeció. No podía evitarlo. Ella no percibió la sonrisa de él.
-Hoy te veo algo extraño.-comentó él.
-Eh, pues.. no llevo gafas. Quizá sea eso.
-Claro... eso es.-Y le sonrió. Esa sonrisa le encantaba, y no podía evitar ponerse colorada cada vez que veía que era dirigida hacia ella. Imprudentemente ella le preguntó:
-¿está usted bien? Últimamente se le ve apagado.
Él la miró contrariado. -¿Tanto se nota?
-No demasiado, pero yo prácticamente  convivo con usted. Paso más horas a su lado que en mi casa. Así que...-Se sonrojó al ver que estaba hablando demasiado. -Supongo que me fijé demasiado.
La carcajada de él resonó en sus oídos. ``Se está riendo de mi, oh dios´´ Aceleró el paso y el la tomó del brazo.
.Tranquila, no iba a morderla.
-¡Anthony! - Ninguno se giró hasta que se escuchó por segunda vez.- ¡Anthony!
Anthon levantó la cabeza y miró fríamente a una mujer con largas piernas, unos grandes tacones negros, un vestido ajustado granate y el pelo recogido en un semimoño.
-Charisse, ¿qué haces por aquí? - Aún tenía cogida a Lizzy del brazo y fue en lo primero que se fijó Charisse.
-Paseaba. ¿Y tú? ¿Con una amiguita?- Anthony miró a Lizzy y esta bajo la mirada.
-Es mi secretaria, acabamos de salir de una de las oficinas.
-¡Ah perfecto! ¿Ibas ya a casa? Te acompaño.- Tomó el brazo de Anthony y lo alejó de Lizzy.-¿Sabes? Hoy vino a verme Steven, fue genial. Al principio me negué a sus coqueteos pero después, lo hicimos en una de las habitaciones, y fue..
-No me lo digas. Le hiciste todo lo que antes hacíamos juntos.-Anthony carraspeó.
-Sí, todo. Y le gustó mucho, como a mí.
-Me alegro.
Lizzy se alejo un poco y tímidamente dijo -Lo siento Anthon, pero me tengo que ir ya a casa, no creo que tenga que escuchar estas conversaciones.-
-No te preocupes, Charisse ya se iba.
-¿Yo? Para nada, anda, te acompañamos a tu coche.
-No tengo coche... uso el bus.
-De acuerdo, pues al bus.-Repuso Charisse.
-No os preocupéis, no quiero ser molestia.
-No es molestia. -Dijo él sonriendo, y ella le devolvió la sonrisa.
-Gracias, pero es aquí mismo. Hasta luego. -Se fue deprisa y antes de llegar a la parada se giró, él la estaba mirando. Se sonrojó pero siguió andando, llegó a la parada y esperó su bus. Estaba a punto de entrar en el bus cuando una fuerte mano la arrastró fuera. Se quedó estupefacta al ver enfrente suya a Anthony. -¿Qué haces aquí Anthon?
-¿Como me has llamado?
-Oh, lo siento, Anthony.- Se mordió el labio inferior. -No quería molestarte.
-No me molesta. Me gusta.- Le sonrió. -Te prometí llevarte a tomar algo, y eso haré.
-Pero Charisse...
-Charisse no es nadie ya, ella sola así lo decidió.
-Ahm, entiendo.
-Si no te importa, vamos a coger mi coche, está aquí cerca e iremos a otro lado. - Lizzy asintió.
Llegaron al coche en silencio, y una vez dentro, Lizzy se quitó el chaquetón, hacía demasiado calor dentro de el coche o seria ella, porque Anthon no se quito su chaqueta.
-¿Estas bien? -Le preguntó. Ella asintió. Él puso el coche en marcha y comenzaron a desplazarse.-¿dónde quieres ir?
-Donde tu quieras estará bien, no es problema.
-¿Siempre dices lo mismo? ¿Nunca das tu opinión?
-No siempre, a veces si, pero sólo cuando es de importancia.
-Ahora lo es. -Sonrió. Ella lo contempló largo rato, no era un hombre muy fuerte, pero era muy atractivo. Tenia el pelo castaño peinado hacia atrás, la sonrisa era picara y el blanco de sus dientes destacaban con su piel oscura. Sus ojos eran azules-verdosos que cambiaban según su estado de ánimo. Ahora mismo, eran como aguas de un bonito lago. El traje de chaqueta le quedaba de maravilla, se le pegaba a su espalda ancha. Dejó de mirarlo.
-Me parece que hay un buen bar cerca de aquí, pasando esas dos calles, frente a un restaurante chino.
-Así está mejor. -Sonrió él,
Lizzy miró por la ventana y vio a Charisse. La otra chica también reconoció el coche de Anthon y le hizo una señal para que la recogiera. Mortificada, mordiéndose el labio le dijo a Anthon.
-Recógela, por favor. No la dejes ahí. Puede venirse con nosotros.
-Esta bien, sólo si me prometes darme una cosa.
Ella lo miró. -Si está dentro de mis posibilidades...
Anthon frenó a un lado de la calle, y la miró. -Desearía, que me dejaras darte un beso.
Lizzy enrojeció, pero a medida que él se acercaba ella no se apartó. Se quedó ahí, como petrificada. Cuando la mano de él tomo su cabeza por la nuca y la acercó lentamente a su rostro, no se quejó ni lo detuvo. Sus labios se encontraron y el beso comenzó siendo tierno, débil. Pero a medida que Anthon movía sus labios sobre los de ella, Lizzy abrió más la boca y permitió que la lengua de él la poseyera. Sus sentidos estallaron cuando sus lenguas se encontraron y dejándose llevar por el momento rodeó el cuello fuerte de él con sus brazos, atrayendolo hacia ella. Ya no era un beso tierno, sino lleno de deseo y pasión. Una pequeña vocecita surgió entre la bruma del beso, y Lizzy se apartó.
Jadeaba, al igual que él. Se tapó los labios con las manos y lo miró, el se restregaba las palmas de las manos contra las piernas con cara de desesperación.
-¿Estás bien?-Preguntó ella desesperada.
-Sí, simplemente deseo recorrerte todo el cuerpo con mis manos, mierda.- Soltó el con la voz ronca del deseo, aun con los ojos cerrados restregando las manos por sus piernas. Ella imaginó lo que le acababa de decir, era una escena que deseaba pero no era el momento. Mordiéndose el labio, le pidió disculpas y salió del coche sin volverse a mirarlo de nuevo, temía volver si lo descubría observándola.