lunes, 12 de septiembre de 2011

*Para tí*

Capítulo 2.

El camino fue bastante escabroso, tanto que más de una vez Frëed tuvo que pararse a tomar un poco de agua y descansar un par de minutos. Eaven notaba que algo no iba bien, se sentía observado pero no lograba saber quién o qué era lo que los observaba. Y lo que más temía era que Frëed le estaba retrasando y si se veían atacados, él no ayudaría mucho con la espada. Suspiró de nuevo ante la parada de su acompañante.

-Lo siento mucho, de verdad.- Dijo jadeante el hombre mientras se sentaba al lado de unos matorrales.- No pensé que estaría en tan baja forma. ¡Si tuviera unos años menos!

Dio otro gran trago de agua y se pasó la mano húmeda por la cara, lo que hizo que parte del sudor se ensuciara con el negro de sus propias manos. Eaven contempló el horizonte, el sol estaba poniéndose lentamente y no podrían seguir la marcha ya que se encontrarían al descubierto de cualquier ataque. Se movió con rapidez mientras Frëed comentaba de nuevo cuanto podría haber hecho con menos edad. Montó un pequeño campamento que le sirviera de cobijo contra el frío de las montañas y encendió una hoguera del tamaño necesario para calentar a Frëed y que no llamará demasiado la atención de extraños.

-Quédate aquí, ahora regreso. Voy a buscar algo de carne para cenar bien y mañana poder salir a primera hora. No te muevas de aquí, no estaré lejos.- Y caminó entre la arboleda hasta adentrarse unos pasos. Pisaba con cuidado esperando divisar su presa, y maldecía bajo que el sol corriera tanto en desaparecer.


Frëed contemplaba el camino que había tomado Eaven. Se lo veía seguro de a dónde iba y con toda la fuerza de un verdadero semidiós. Pero no sabía realmente por qué lo había notado un tanto distante. A lo mejor escondía cosas que no quería que nadie descubriera. Quizá realmente había cometido un acto grave, no como él, y se merecía ser desterrado del reino de los dioses. Aún no tenía respuestas para sus preguntas, pero pronto las encontraría, estaba seguro.

De pronto escuchó un sonido a su espalda, una rama rompiéndose bajo el peso de una pisada. Quizá fuera Eaven que había acabado dando un rodeo sin encontrar lo que buscaba. Se giró sobre sí mismo para mirarlo y sintió como algo le golpeaba la nuca. Se desplomó en el suelo, inconsciente.

Cuándo Eaven volvió al campamento notó que todo estaba demasiado calmado. Extrañaba que Frëed, que se había pasado casi todo el camino tarareando alguna que otra canción ahora no estuviera cantándolas. Antes de salir de la arboleda que le cubría se fijó en el lugar. Frëed estaba tumbado al lado de la hoguera. Parecía dormido, o quizá inconsciente. Entonces se puso alerta. Realmente los seguían. Entonces, una figura se sentó en el lado izquierdo de la fogata, junto al cuerpo de Frëed. Eaven actuó deprisa, se hundió más entre los matorrales evitando que el intruso lo viera pero fue tarde;

-Puedes salir, no voy a hacerte nada.- Una voz femenina llegó desde donde se encontraba la figura, entonces se acercó a la fogata y dejó un palo de madera con una gran trozo de carne haciendose a fuego lento.
Eaven pensó que debía hacer, de todas formas era una mujer, no creía que tuviera alguna posibilidad de causarle algún daño. Se acercó a la fogata y se quedó mirandola. Ella sonrió, y no vió su sonrisa, la percibió porque sus ojos se alzarón levemente. Ella llevaba la boca tapada con un pañuelo negro.
-Puedes sentarte, no te haré nada.
-¿Y por qué a mi no, y a él sí?- Inquirió Eaven señalando a Frëed.
- Toma asiento y te lo cuento...- Las últimas palabras sonaron a una invitación que él, siendo un gran caballero no pudo resistir, y mirándola fijamente se sentó.

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