Ya no habrán más risas junto a la ventana mirando el patio ondear con el viento de primavera, ya no habrán tazas de chocolate caliente arropada en el sofá en las tardes más frías de inviernos en los que no había nada que hacer más que descansar. Esos libros que ahora cogen polvo en las estanterías serán historias que pasarán a manos de otro que quizá, no los ame tanto, no los sienta... quizás, dejando un reguero de piezas sueltas los cuadros descolgaran de las paredes sin ayuda. Dejarán señales de polvo donde una vez estuvieron. La ropa que solías usar cogerá humedad, ya no olerá a flores, ni sentirá el calor de la piel.
Sus ojos están abiertos, contemplando el techo, pidiendo, suplicando que aún no. Pero ya fue su hora, y no hay nada que se pueda hacer para cambiarlo. Sus labios en una mueca rígida muestran la trémula sonrisa de la conformidad. La mano que sujeta su pecho está rígida, inerte mientras que la otra cae suavemente dejando entre los dedos aún el cuerpo del pincel que sostenía.
Y ahora, ya no habrán mas cuentos, no habrán mas paisajes, murales, momentos, no habrán palabras, colores ni movimientos, no habrá ternura, calidez ni sonrisa. No habrá sol, ni viento ni invierno. Y junto a ella yacen sus recuerdos, sus fortunas y sueños, porque nadie más sabrá lo que su alma, su mente y su cuerpo guardaban por dentro.