viernes, 29 de abril de 2011

El fantasma.

Mis manos tocaron el fondo, el que nunca pensé que llegaría a ver. Estaba frío, y las losetas húmedas me raspaban las palmas. Ríos de sangre manaban de ellas y corrían calle abajo surcándolas, correteando por los bordes sobresalientes del suelo que me rodea. La ropa que cubre mi cuerpo se haya mojada y pegajosa, mi piel quiere escapar de su agonioso abrazo, pero la sangre seca hace que me sea imposible quitarme los harapos en los que se ha convertido. Aún repicotean los aplausos de los visitantes en mis odios, aún escucho las risas de las mujeres y los oscuros ronquidos de los hombres ante mí.
Aún siento las miradas penetrantes de los niños, que curiosos y ajenos a todo esto, me miran contemplando como las heridas desprenden el líquido, que cada vez me recorre menos las venas.

Pero no importa, sé que dentro de poco se cansarán, mi momento llegará, y aunque no culpo a mi madre por el destino que me dio quiero agradecerle que al menos me haya dado destino que tener.
Porque pronto escaparé y entonces, no solo se reirán de mi, sino que compartirán mis proezas, y con lágrimas de felicidad sabrán darme la bienvenida al mundo de los humanos.

Atardecer

Apoyo los brazos en el borde de la barandilla, la vista es preciosa, el sol roza el horizonte y se ahoga en el mar multicolor que tengo delante. Unas cuantas olas chocas contra el acantilado que observo. Dos gaviotas sobrevuelan la arena, rodeándose con giros artísticos entre ellas, juntándose hasta casi rozarse, separándose y quejándose por el viento que se cuela entre el espacio que queda cuando se retiran. Siguiendo el camino del viento, se posan sobre el agua y se lavan las plumas. El viento me despeina, pongo una mano en mi mejilla para evitar que el pelo me pegue en la cara. Lo noto chocar contra mi espalda. La falda se levanta lentamente ondulándose al viento. Mis ojos son dos rendijas que miran detenidamente el contorno del sol. Suspiro, y una mariposa revolotea a mi lado, batiendo sus alas de colores celestiales y parece que tira polvos de felicidad a su alrededor. El viento trae palabras que susurran mi nombre; ``Natalia´´. Me giro y allí está él, con un ramo de rojos tulipanes, sonriéndome con dulzura. Sus ojos son rasgados y azules como el cielo que ahora se oscurece con la escapada del sol. Acercándose a mi alza la mano en mi dirección. La tomo con delicadeza y cogiendo el ramo lo acerco para olerlo. Le sonrió y en su mirada veo el deseo que lo embriaga, me doy la vuelta y dejo que él me rodee con dulzura la cintura y me pegue a su cuerpo. Inhalo el aire puro y con la última estocada de luz desapareciendo en el horizonte, dejo al aire escapar de mis pulmones. Las palabras tornan de lo más profundo de mi garganta; ``Te amo´´. Y abrazada a él paso la noche más hermosa de mi vida, oliendo tulipanes carmesí, el agua salada y la felicidad llenándome por dentro.

miércoles, 13 de abril de 2011

Pastel de queso con frutas.

Tras las inmensas colinas de Upon-once-the-sea el castillo se levantaba recien amurallado, las cortesanas se movian rapidamente preparando el esperado banquete de esa noche. Los caballeros llegaban despues de casi 4 años de batallas en el frente oeste y esta noche celebraban la victoria. El general al mando de los soldados del duque era conocido por su valor en toda la region, y esa noche iba a pasar un tiempo en esa fortaleza. Todas las damas vestian sus mejores galas, aun las que estaban emparejadas como las que no. Cuando los soldados entraron por la puerta un bullicio se aglomeró formando un camino hasta la plaza principal donde los soldados bajaron prestos de sus monturas. Eaven, el general, bajó de su gran potro Huno, y despues de acariciarle lentamente el lomo se giró para er recibido por una dama. Esta, lo llevó hasta una de las habitaciones de la mansion residencial, allí él se quitó el yelmo y la armadura y se lavó. Sarah estaba tarareando alegremente mientras entraba a la aldea con una cesta llena de manzanas, los caballeros ya habían llegado y ella aun no había preparado el postre principal. Deseaba conocer en persona a los valerosos caballeros que habían luchado por las tierras pero primero tenía que terminar su trabajo. Marchó a la cocina, y arremangandose la falda subió las escaleras de atrás. Comenzó a preparar el postre, tarea que a ella le encantaba, ya que siempre recibia grandes halagos de su señor, y el poder deleitar los paladares ajenos era algo especial para ella. Cuchillo en mano no escuchó como la puerta de la cocina se abria. Un carraspeo llamó su atención y se volvió asustada empuñando con fuerza el cuchillo. Cuando vió al gerrero de pie observandola se quedó sin respiracion hasta que se obligó a pensar. -¿Desea algo?- Soltó el cuchillo sobre la mesa y comenzó a secarse las manos en el delantal. - Solo buscaba algo de picar, llevo dos días sin probar bocado.- Y entonces el sonrió. A ella el corazón se le aceleró y notó como se enrojecia. Dandole la espalda al guerrero se acercó a la estantería y tomó un poco de pan y algo de queso fresco. -Tenga.- Él ya se había fijado en que ella estaba un tanto asustada con su inesperada presencia allí, pero cuando la notó sonrojarse algo dentro de él se calentó, y un sentimiento rudo le recorrió la mente. Se puso rígido ante el contacto de sus manos, y notó el suave contacto de la piel de ella. Se relamió los labios, ella bajó la mirada y se aparto, y entonces el tuvo que frenar el impulso de cogerla por detrás y... -Gracias.- Dijo con la voz demasiado grave. Y volvió a su habitación. En el banquete él no dejo de pensar en esa dama, una simple cocinera que le habia hecho salir los más bajos instintos. Muchas damas hermosas se posaban a su alrededor como mariposas, revoloteando, pero él no se sentía especialmente atraido por ninguna. Una vez hubo finalizado el banquete tocaba la hora del postre y entonces vió como ella se acercaba con una gran bandeja que la hacia caminar en zigzag. Tan menuda como era le hizo sonreir y quiso levantarse para ayudarla, pero permaneció sentado. Sarah, dejó la bandeja en mitad de la gran mesa y se limpió la frente, llenandosela de pegajoso queso. Había hecho un pastel de queso, con trocitos de varias frutas y le había hechado un poco de dulce de leche, hecho por ella misma, para darle algo más de gusto. Sonrió a todos los caballeros paseando la mirada por cada uno de ellos, y cuando vió allí al hombre de antes no pudo dejar de mirarlo. El señor la llamó: - Querida Sarah, estamos esperando que hagas los honores.Ella asintió y levantó la tapa del pastel dejandolo al descubierto. Todos los guerreros exclamarón al unísono, incluidas unas cuantas damas. -Creo, mi señor, que aquí habrá para todos.-Dicho esto comenzó a servir a cada uno de ellos. Ya era tarde, Sarah se dirigia a su habitación cuando notó que alguien la seguía. Sin que su perseguidor se diera cuenta de que ella lo sabía torció en un pasillo sin salida y se escondió en la oscuridad. Tal y como pensaba él entro en el pasillo oscuro y se quedó mirando la pared sin salida. -¿Que buscais, señor?- Preguntó ella con un tono de ironía en la voz. -Eh...-Eaven no pretendía nada, solo la seguía por curiosidad. Pero no había supuesto que ella era tan aztuta.-Solo buscaba una moza que pudiera ayudarme a poner mi chimenea. Hace un poco de brisa. Sarah sabia que le estaba mintiendo, pero asintió y le indicó al guerrero que le enseñara la habitación. Él la guió sin reparo y juntos entrarón a la habitación. -Señor, no es por contradecirle pero la chimenea ya se encuentra encendida- Eaven masculló una maldición.- ...y además, la habitación está bastante caldeada.Se guiró con las manos en la cintura y los brazos en jarras, con una expresión que lo desconcertó. No estaba enfadada, pero lo miraba con algo parecido al odio. -Es cierto, habrá venido alguien...-Ella apartó la mirada y se dispuso a irse pero él se interpuso entre la puerta y ella.- Si no le importa, me gustaría que se quedará. -Me importa, estoy cansada y tengo cosas que preparar....-Eaven la acalló deprisa llevandosela hacia sí en un abrazo y sellandole los labios con los de él. Tensa al principio, se dijo que no era el momento, ni siquiera el hombre que ella esperaba, intento hacer esfuerzos por liberarse pero ese hombre era muy fuerte, especialmente fuerte.Eaven aún con una mano en su cintura le tomó la cara y la retiró un poco para bajar poco a poco por su cuello. Ella susurró algo que él no pudo, ni quiso entender, y entonces, el deslizó la mano por su cabello sujeto en una trenza y con manos hábiles la desató. Sarah notó como él cerraba la puerta, si no se negaba pronto no tendría otra ocasión. Intentó de nuevo separarse de él, y entonces Eaven la tomó en volandas y con dos pasos ligeros la dejó delicadamente sobre la alcoba. Sus ojos se encontrarón y la resistencia de Sarah acabó por derrumbarse. Él le sacó lentamente la camisola junto con el delantal y ella no se resistió. Ella se levantó y le quitó rapidamente las pocas prendas que aún cubrían el cuerpo de él. Ante el súbito intento de decirle su nombre se acordó que no lo sabía, primero titubeó: -¿Cómo...-se aclaró la garganta- cómo te llamas?-El gruñó pero constestó rapidamente. -Eaven. -¿Sólo...? -Mujer...-susurró el contra su oreja.-no hagas preguntas. -Mi nombre es Sarah...-Dijo ella antes de que él volviera a juntar sus labios. Eaven se deleitó solo con la superficie de los labios, entonces poco a poco le abrió la boca e introdujo su lengua y la puso en contacto con la de ella. Ella se retorció de placer y en ese momento él aprovechó para quitarle la ropa interior. Y al sentir que la piel de ella se encontraba desnuda al raso le cubrió un pecho con la mano y lo masajeo al tiempo que bajaba para besar suavemente el otro. Al contacto, los pezones se endurecierón y él emitió un ronco sonido cuando abrió la boca para recibirlos. Sarah gimió ante el jugueteo que él ejercía sonbre su pecho. Eaven sentía dolor entre las piernas, deseaba poseerla completamente pero aún no podía dejarse llevar por eso. Bajó la mano lentamente por el abdomen y notó que estaba caliente y húmeda lista para recibirlo. Él tragó sonoramente cuando la penetró con un dedo y ella profirió un gemido. La prepraró un poco más y añadió otro dedo más. Ella estaba prieta y entonces él notó que aún estaba ahí su barrera. - Aún no has.... -No te detengas ahora, sigue.-Él obedeció pero entonces ella chasqueó la lengua.- Hazlo ya.- Súplico.Él la beso pausadamente y se colocó encima de ella, con un poco más de pasión en el beso la penetró ligeramente pensando que ella no sentiría dolor. Y así fue, Sarah estaba desconcertada y ante la primera estocada de él no pudo más que suspirar de alivio y le hincó las uñas en la espalda llevandolo hacia sí. Eaven lo notó y entró un poco más en ella rompiendo el ligamento. Ella no hizo ruido alguno más que un pequeño gemido, y entonces abrió los ojos y se lamió el labio inferior. El instinto de Eaven pudo con él y empezó a enbestirla con más impetú, hasta que ella se cerró sobre él gimiendo de placer y entonces él llegó un par de segundos después que ella. Nunca había sentido tal placer, y aunque estaba satisfecho una parte de él quería volver a poseerla. El mirarla y verla sudando con una sonrisa brillante bajo él no ayudó a calmarlo, volvió a besarla y se separó un poco para contemplarla. - ¿Más?- Preguntó ella inocentemente, él dió un gruñido y volvierón a llevar acabo esa maravillosa unión que los fundía.

sábado, 9 de abril de 2011

+

¿Qué pienso? ¿qué opino? ¿qué sentencia ejecuto sobre todo lo que respecta a nosotros? Dime, ¿qué debo hacer? Realmente, no lo sé. Y, no sé si quiero saberlo. ¿Quiero saberlo? Quizás si, quizás no. ¿Importa? Sí, mucho. Demasiado. Miro los actos cometidos y me doy cuenta de mi egoismo. Mi total escentricidad que no me permite mirar a los demás, al menos, no por debajo del hombro, ni frente a frente. Si no con la cabeza erguida, esperando cualquier fallo para correguirlo, para echarlo en cara, para arruinar a lo demás. ¿Por qué soy así? No lo sé. ¿Debo cambiar? Quizás, pero ¿qué camino cojo? Izquierdo, ¿derecho?. O quizás el camino solo sea arriba o abajo. Esa elección es más complicada. Temo bajar porque sé que no podré volver a subir. Temo subir porque creo creer que caeré y no habrá nadie para cogerme. No, no habrá nadie para cogerme, pero seguro que hay alguien para reirse de mi. Aunque, debo arriesgarme. Tomo aire y doy un paso al frente, aún piso suelo. Doy otro más segura, no ocurre nada. Otro más, y otro, uno de nuevo y otro, y sigo avanzando. Confiada entono una melodia, mis pies se mueven al son y entonces, doy de bruces contra esa pared. La cuál colocas ante mi y ante ti. Dices que he actuado mal. ¿Cuándo? ¿Qué? ¿Cuál es la pisada que he dado más fuerte de la cuenta? Cuentame en qué me he equivocado. Qué he hecho mal. Si me lo dices podré contribuir para que no ocurra de nuevo. ¿Qué? ¿Vuelve a ocurrir? ¿Cómo? Intento evitarlo, ¡de verás que sí! ¿No me crees? ¿No crees en mi palabra? Entiendo. Pero, aún así, y a pesar de todo sigues aquí. ¿Por qué? Comprendo. Lo haré, no te defraudaré. Te necesito, no me dejes. ¿Lo hice de nuevo? ¡Santisímo Dios der Cielo! ¿Es qué nunca podré evitarlo? ¿Cómo debo comportarme? ¿qué es lo que hago mal? No contestas. Escucho el eco de mis propias palabras en mi cabeza. No debo pensar, debo ser yo misma, pero te molesta que yo sea así. ¡No puedo ser yo misma! ¿Por qué lo miras así? ¿Por qué me miras así? ¿Crees qué me iré? ¿Qué te dejaré? ¿Crees que te fallaré de nuevo? ¿Es qué no confias en mí? ¡No confias en mí! ¡Oh, cruel destino! ¡Puta arrogante desinflada y ennegrecida! Haces que desconfie de tí. Tan solo deberias dejar de ser así. ¡Deja de ser así! ¿Cómo? ¡Cambia! ¿No puedes? ¡Deja de existir! Entiendo, lo que quieres es que te mire así, con esa mirada de desprecio. Que mire asesinamente a todos. No, ya lo sé. Serenate, muchacha. Sonriele, verás que... no, no funciona. Tocalé, seguro que... me atraganto con mi propia saliba. ¿Por qué me mira con esa expresión de asco? ¿Por qué no quiere que le toque? ¿Por qué me da un manotazo? ¿Qué he hecho? ¡Me desprecia! ¡Me desprecia! Una y otra vez, ¿qué intentas? Dejalo, das asco, das pena. ¿Qué pensará él? No lo sé, en sus ojos se adivina el rencor, el odio, el asco...pero,¿lo pensará de verdad? No sé, ¡No lo sé!. ¿Cómo puedo sabero si no para de mirarme así? Calma, ya está. Sonrie. ¿Ves? Se le pasó. Te coge la mano, te la beza. Te sonrie. ¡Qué sonrisa! ¡Cómo lo amas! ¿Por qué? No lo sabés. Pero cuando te mira con esa mirada cálida y te sonrie demostrandote que eres la única, qué sólo estas tú. ¡Un momento! Ya no lo hace. A mirado a otra, ya no te mira. Observa a los demás. No estas tú sola. Bueno, no importa. Bajar la mirada no sirve. ¡Sonrie! ¡Ya sabés que él no mira a otra! Sonrie, así. Bien, todo está bien. ¿Qué ocurre? Amigos. Sus amigos. Sonrio. Bromas, bromas que no me hacen gracia. Sigue sonriendo. Él se rie. Riete tú también. Ahora entabla conversación. Él se va. Te quedas sola. ¿Con quién hablas? Él, él mismo. Te ries, intentas encajar. Él vuelve y abruptamente te atrae, posesivamente. Con la mirada te regaña: ''¡No sonrias a otros! ¡No seas feliz! ¡Eres mia!'' No sonrias, no vuelvas a sonreir. Ya a solas, él te recrimina. ¡Demasiado seria! ¡Seria! ¿Por qué? ¿No me dijo? No...no lo entiendo. ¡Quiere verme! Genial. ¡Lo pasaremos genial! Estoy deseandolo. Le preguntaré por sus amigos, lo que ha hecho. ¡Sí! Seguro le ha ido bien. No me llama, no se conecta. ¿Dónde está? Esperaré. Nada. ¿Por qué? Se ha olvidado de mi. ¿O es qué ya , ya...? Ya no lo soporto. ¡Llora! ¡Llora! Él no lo sabrá. Él nunca lo sabe. Lo vuelves a ver, no se lo recrimines. Déjalo pasar. Preguntale que tal le fue. Sonrie. No puedes. Duele que te cuente que se olvidó de tí. Duele, duele, duele. ¡Ah! Quiero llorar, no, no lo hagas. ¡Se preocupará! Sonrie, no, no. ¡Te he dicho que no llores! ¡Mierda! ¡Se ha enfadado! ¡Cálmalo! ¡Rápido! Mierda, se lo reprocha. ¡No! No es tú culpa. Imbecíl, mira lo que haces. ¿Esto era lo qué querías? ¡Vete al infierno! ¡Él era mejor sin tí! Él, él, lo pasa mejor con otros. Tú solo lo haces enfadar. ¡Él estaba mejor sin tí! ¡Déjalo! Nunca, ¡nunca! Lo sabes. ¡Nunca! Ahora nos enfadamos, otra vez. ¡Cómo siempre! ¡Nunca seremos felices! Nunca. Él no confía en tí. Tu no te quieres ni a ti misma. ¡No podrás querer nunca a nadie! ¡A nadie te digo! Eres inserbible. ¡Oh!, no, mentira. Él se acerca. Quiere calor. Tan solo calor. ¿De verad? No. Me ama. ¿Verdad? Sí, lo sé. Sonrio, feliz. Vuelve la calma, la felicidad. Hacemos el amor, después de acabar, se va. ¿A dónde? No mires, volverá. ¡Lo sé! No te preocupes. No vuelve. Ahora sí, me abraza. ¿Otra vez? ¿Quiere otra vez? Es que, es que ¿solo sirvo para eso? Niegate, no, sí, no, sí, no. ¡Bah! Al final ganará él, ¡oh! No , me ha dejado ganar. Pe...pero se ha vuelto a ir. Sola, sola, sola, sola, sola sola so.... ¡Siempre te han querido para eso! ¡y siempre te querrán! ¡No sirver ni para cenar en familia! ¡Puta!¡Puta!¡Puta!¡Puta!¡Puta! Lo acompañar a todos lados como su puta personal. ¿Esperas algo? Muerete esperándolo. Amale, amale, él lo hará, lo hará cuando quiera hacerlo y luego te olvidará.