miércoles, 1 de julio de 2009

o_O*Despertar*O_o

Había pasado ya un año desde el incidente. Y bueno, salía cada noche después de trabajar. Me encontraba con mis ``amigos´´ y nos tomábamos unas copas en el bar, como no Elizabeth siempre presumía de si misma. Me asfixiaba con ella y su egocentrismo, pero prefería disfrutar de unas cervezas en la calle que encerrada en mi casa.

Mi pelo había crecido por debajo de mis caderas. Me encantaba sentir mi sedoso cabello rizado en mis hombros. Aunque era un problema en el trabajo y siempre debía de llevarlo recogido. Hoy como casi todos los días también tenía que trabajar, y además con jornada completa. Es decir, de las 7 hasta el cierre del local. Que solía ser alrededor de la 1, las heladerías cerraban muy tarde en verano. Me puse mi uniforme, me recogí el pelo como siempre hacía, y me puse en marcha para una agotadora tarde-noche de trabajo.

Al llegar vi a la encargada mirando el reloj- ¡Pero si llego bien!- Pensé en mi fuero interno. De todas formas, algo no cuadraba. Hacía unos días que me encontraba preocupada y prestaba especial atención a mi alrededor. Y que ahora mi encargada se preocupara de mi era extraño.
-Estefani, ¿ocurre algo?
Por un momento noté un atisbo de sorpresa en su cara y una alegría poco propia de ella. Se echó en mis brazos y comenzó a sollozar.
-Ludovica, pensé que.. dios.. ha venido.. no me lo puedo creer estas...- Titubeaba con cada palabra que decía.
-Tranquilízate ¿Qué pasa? ¿Quién ha venido?-. La llevé al interior de la heladería y la calmé con un taza de té. Se quedó dormida y me fui a atender la tienda. Al pasar dos horas se despertó más calmada. Le pregunté que le había pasado y me contestó;
-Un chico de pelo largo negro, vino y me dijo que tu habías muerto. Que no te esperara y que avisara a tu familia, que no encontrarían tu cadáver pero que el sabía con certeza que te habían...asesinado.
Fue escuchar la descripción y mi mente recreó los sucesos de esa vez. Vi esos ojos verdes mirándome tan profundamente. Y cuando me contó lo que le había dicho algo en mi interior se activó. Ahora ya sabía que era lo que me preocupaba.

La verdad no entendía bien lo que mi mente intentaba decirme, pero algo en mi interior decía que era lo establecido. Pero también decidí que debía de dejarlo todo preparado antes de marcharme. Tranquilicé a mi encargada diciendo que era un simple borracho. Y continué mi turno hasta las 1:30 de la noche. Fui a tirar la basura, me despedí de mi ex-encargada y anduve calle abajo. Dirección, mi casa. Me solté mi largo cabello que ondulaba a mi alrededor con el viento. Entré a mi casa y en un abrir y cerrar de ojos recogí la poca ropa que necesitaría y bajé a la planta baja. En el salón se encontraba mi madre. La vi el sofá mirando la tele y cuando quise darme cuenta la tenia agarrada por el cuello con mis manos.
-Adiós.- Susurré, y entonces noté como las lágrimas corrían por mis mejillas. Ella sonrió cálidamente y yo no tuve poder para seguir con la acción.-Te dejaré viva, pero no cuentes a nadie de mi existencia, o tendré que venir a terminar el trabajo.
Cerré de un portazo la puerta y me puse la capucha negra del abrigo, como lo que no era y tenía que ser a partir de ahora, una sombra, 




Tras andar un par de callejas llegué a la puerta que buscaba. La puerta estaba abierta, me detuve enfrente antes de seguir adelante. Y entonces sentí esa brisa propia de él. Me giré.
-¿Me echabas de menos?.-Susurré, aunque sabia que él me escucharía.
Se acercó a mi y me acarició mi pelo largo. Jugueteó con uno de los rizos y me miró a los ojos fijamente, como hace un año en la prisión. Me dio un minúsculo beso en la mejilla y sonrió.
-Te echaba muchísimo de menos.