martes, 26 de julio de 2011

*Para tí*

Era un bonito día de primavera, el sol nacía con resplandor llenando de gloría la superficie de la tierra. En las aguas rebotaban sus ondas de claridad que se difundian raudas por todos los recovecos de la ciudad. No había mucha gente por las calles, era temprano y aun había gente durmiendo un sábado por la mañana a esas horas.


Él paseaba por las calles de la ciudad buscando posada. Acababa de llegar y no sabía muy bien dónde encontrarla, al llegar le preguntó a una anciana pero esta no lo entendió ya que hablaban idiomas diferentes. Entró en un bar, dispuesto a preguntar cuanto hiciera falta para dejar de dar vueltas sin tener un lugar al que ir. No había gran cantidad de personas en el local, solo tres hombres en la parte izquierda, sentados en una mesa y con cartas dispuestas sobre ella para jugar al póker. Un hombre encogido sobre sí mismo en la barra aferraba una jarra vacía en la mano. Y una joven camarera, rubia y de prominentes curvas servía cerveza fría a un caballero recién llegado.


Se sentó en el primer asiento que vio libre en la barra, lo más alejado del pobre hombre borracho de la esquina. Al instante, se le acercó el camarero que secaba con un trapo blanco una jarra de cerveza.


-¿Qué se le ofrece?- Preguntó el camarero. Eaven no estaba seguro de que realmente hubiese escuchado bien, y esperó a que el camarero volviese a preguntar lo mismo. Cuando comprobó que en efecto había entendido lo que el camarero le preguntaba alzó la cabeza y pidió con voz calmada una gran jarra de $saИ. El camarero alzó una ceja extrañado y negó con la cabeza al tiempo que decía con seriedad que esa bebida no existía y que no podía darle semejante bebida inexistente.


Eaven suspiró y con voz gutural le dijo al camarero que dispensase lo que el viera oportuno. El camarero así lo hizo y vertió cerveza en la jarra que luego dejó frente a él. Nada más acercar la nariz al recipiente pudo darse cuenta que no se compararía ni un poco al sabor tan agraciado del $saИ, bebida única echa para los semidioses humanos. En efecto, él era uno de ellos.


Nadie sabía cómo habían sido creados los semidioses humanos, algunos decían que eran fruto de la unión de un dios con un mortal, o simplemente que eran dioses que cometieron actos impuros por los que parte de su divinidad pasó a ser simple y única mortalidad. No se sabía, pero realmente nadie preguntaba sobre ellos. Los semidioses humanos no abundaban mucho por la tierra, y aunque fueran semidioses no eran bien recibidos entre las gentes. Es por esto que los tres caballeros de la mesa que jugaban al póker detuvieron el juego y miraron al nuevo intruso con miradas acusadoras que delataban su total desprecio hacia su especie.


Pero él ya estaba acostumbrado y no hacía caso a las miradas ajenas. Aunque de repente notó como alguien posaba una mano en su hombro. La camarera rubia que vio antes sirviendo al hombre de la túnica burdeos le explicó que el caballero quería intercambiar unas palabras con él:- si fuera tan amable de acompañarme hasta la mesa. - La doncella hace una inclinación y guía al hombre a la mesa del caballero.


-Puede sentarse.- La voz del hombre hizo que Eaven se sintiera de nuevo en paz, como en casa. Pero eso era imposible, con recelo tomó asiento frente al desconocido.- No es frecuente ver a gente como usted por aquí. ¿Qué le trae por estas tierras?


-Sólo peregrino buscando el lugar al que pertenezco.- Explicó Eaven sin intención de dar más información.


-Entiendo. Entonces está por aquí solo de paso.- Asintió con la cabeza.- Perfecto, porque como habrás comprobado, aquí no gustan los forasteros. – Entonces el desconocido sonrió dejando relucir un diente de oro.- Es decir, no nos quieren ni a usted… -hizo una pausa mientras movía el dedo de la dirección que tenía anteriormente, apuntando directamente a Eaven, y dando un rodeo se apuntó a sí mismo.- … ni a mí. Así que le propongo algo, ¿desea que vayamos juntos hacía…? ¿Hacia dónde va usted señor…?


-Eaven, me llamo Eaven, y me dirijo al noroeste por las cumbres nórdicas.- Contestó desinteresadamente, lo que menos quería ahora era un acompañante.


-Perfecto, yo me dirijo hacia allí.- Eaven notó como el hombre cambió rápidamente su destino para tener una excusa para acompañarlo, eso sí tenía destino realmente, claro está. Cogió su jarra y se la llevó a la boca dejándola sin contenido. La bebida le quemaba la garganta e inmediatamente después quiso vomitarla pero se contuvo y abriendo la nariz, tragó una gran bocanada de aire para afrontar la bebida. Pasado unos segundos, respiró hondo y asintió con la cabeza.


-De acuerdo, puede acompañarme. Si me dice su nombre y lo que pretende, podrá venir conmigo.- Esto dejó al otro hombre confuso, ¿qué debía contarle exactamente a ese joven que podría ser su salvación? ¿La verdad? ¿Le mentía?... Optó por una decisión a medias.


-En una época no muy lejana, yo fui como usted, fui un semidiós humano. Ahora sólo quiero permanecer en su compañía para ver si puedo ayudarle en lo que se le ofrezca, como si de su lacayo se tratase. ¿Le parece bien?


El más joven sopesó la oferta, realmente se le hacía difícil cuidarse solo, ya que siempre había tenido sirvientes ocupados de sus cuidados, así pues no le vendría nada mal un poco de ayuda. Aunque, por alguna razón, no confiaba enteramente en lo que el otro hombre le había dicho. Lo escrutó con la mirada, pero el otro hombre se la devolvía muy sereno y no retiraba sus ojos de los de él. Finalmente asintió, y levantando una ceja le repitió- Aún no me ha dicho su nombre…


-Es Frëedeghar. Aunque usted puede llamarme Frëed.- Y sonriendo le extendió la mano sobre la mesa, Eaven la contempló pero no tardó en unir su brazo al de Frëed.- Ahora somos compañeros…


-Compañeros.- Repitió susurrando Eaven.



Ninguno de los dos hombres se percató de que en el lado opuesto de la taberna una sombra los contemplaba, prestando especial atención a la conversación. Cuando salieron del establecimiento, tampoco se dieron cuenta de que la sombra fue tras ellos, se aseguraría de no perderlos de vista.

lunes, 4 de julio de 2011

*`-> Esperando el milagro <-´*

Gotas de rocío quedaban prendidas a las ventanas de la casa, y con el concurrir de la mañana corrían veloces en una carrera hasta el borde del cristal. Dentro se respiraba tranquilidad, todos estaban fuera de casa.


La puerta de la entrada se abrió, el golpe de las llaves callendo en la mesa de la entrada indicaba que alguien habia llegado a casa. Con un suspiro se dejó caer en la mesa del escritorio y al presionar el botón de encendido sonó el `pi´ que avisaba de que el aparato estaba en marcha. Se levanto del asiento y cogió una botella de agua fría de la nevera, bebió un poco y volvió al ordenador ya encendido.


Tecleó su msn, y esperó. Mientras, entró en Tuenti y comprobó que no tuviera nada por ver, era extraño, pero tenía un par de mensajes privados. Abrió primero uno, en el que le comentaban algo irrelevante sobre una imagen que había subido hace poco. El otro era de una chica, a la cual habia conocido hace poco, y con la que no había tenido mucho trato. El mensaje no dejaba ver nada fuera de lo normal, un saludo común y unas cuantas palabras de reencuentro ese mismo viernes. Contestó al mensaje con ganas de que llegará el día señalado y poder verla y así conocerla mejor, ya que parecía que era una gran persona.





Era viernes a media tarde cuando ya listo salió en busca de su amigo para ir al río, donde encontraria a la mayoría de sus amigos, y a esa chica que le envió el privado. Después de ese, fueron otros privados bien recibidos donde mantenian una conversación bastante entretenida sobre grupos de música heavy. Habían intercambiado gustos y él había podido enseñarle sus videos de youtube de cosecha propia. Llegó al río con su bici, y no la vió, se empezó a preocupar porque quizá no aparecería por allí. Con esa intranquilidad se acercó al resto de su grupo y los saludó.


Pasó el tiempo, y miraba de vez en cuando a la multitud ya asentada y a la que se acercaba de tanto en tanto. Bastantes personas concentradas en un mismo punto que ya no era lo que había sido, ese ambiente agradable de intercambios donde se podían hacer amigos con facilidad. Ahora la mitad de los que allí se encontraban iban para beber, y conseguir un rollo de un día, sin buscar nada serio. El ambiente había decaido bastante y se notaba, es más, él lo notaba. Deseaba encontrar otro lugar tranquilo en el que conocer amistades no supusiera hedor y desagradables compañias. Volvió a mirar en deredor y vió como una mano se agitaba sobre una cabeza. ¿Era a él? Miró detrás del grupo que estaba parado, y de entre ellos salió una chica menudita con dos coletas, que le sonreía feliz. ¡Menos mal!, él ya creía que no la vería.
-Hola.- Saludó cordialmente con una sonrisa.
-Hola.- Ese `Hola´no sonó como cualquier otro, ya que ella le daba vitalidad propia y se notaba la alegría en él.- Te estaba buscando, pero no te lograba encontrar. Hasta que he dicho, ¿por qué no levanto la mano y el primero que mire y me reconozca seguro que es él?... y en efecto.
Se carcajeo y le abrazó. Después, un tanto incomoda se separó de él y mirandolo con ojos interrogativos sonrió. Él no pudo hacer otra cosa que devolverle la sonrisa.
-¿Quieres que demos una vuelta?- Ella asintió enérgica, y entonces él pudo darse cuenta de como sus tirabuzones saltaban a la par que ella.
Dierón un paseo alegre y ameno, en el cual hablaron sobre cosas de cada uno, haciendo que se conocieran un poco más. Entonces ella se paró y fue corriendo a abrazar a una amiga. Miró hacia atrás y sonriendole le indicó con la mano que se acercará.
-Mira, te presento a mi amiga, Eleonor.- sonrió y le dió un beso a su amiga en la mejilla.- Eleonor, él es Cobra.
-Hola.- Saludó él neutral.
-Encantada de conocerte, Cobra. - frunció el ceño.- Qué nombre más... particular.
Y se rió junto con su amiga. Cobra las acompañó en el chiste y quedó mirando a Eleonor, era esbelta y tenía una cara preciosa. Con la nariz recta, los ojos grandes y de un color celeste verdoso que contrastaba mucho con su pelo rubio de mechas violetas. Sus labios no eran ni finos ni muy gordos, y como mas tarde pudo comprobar, ella se los mordía con frecuencia. Era realmente hermosa.
Pasarón lo que quedó de tarde juntos, los tres en un rincón apartados de todos, contando anécdotas e historias particulares. Eleonor siempre sonreía con las cosas que Cobra contaba, y eso a él le agradaba porque su sonrisa era la más hermosa que había visto. Cada vez que lo hacía, sus mejillas tomaban color rosa. Hanna, la amiga que conoció por Tuenti anunció que debia irse ya a casa. Cobra y Eleonor la acompañaron parte del camino, al llegar al cruce de la calle Sierpes tuvieron que separarse.
-Adios chicos, me ha encantado verte Cobra. -Le dió dos besos en la mejilla, y un abrazo a su amiga Eleonor.- nos vemos otro día cariño, cuidate.
-Hasta luego, llamame. Siempre estoy libre para tí.- Sonrió Eleonor.
-Hasta otro día. ¿Te conectarás?.-Ante el asentimiento de Hanna, Cobra le sonrió.- Entonces hablamos luego.
Hanna corrió calle abajo, Cobra miró de reojo a Eleonor la cuál contemplaba a Hanna desaparecer en el siguiente cruce. Entonces ella lo miró y se mantuvieron la mirada largo rato. Ella sonrió, y él a su vez.
-¿A dónde vas ahora?- Preguntó él con interés.
- Volveré a casa, es tarde...- contestó ella bajando la cabeza y observando su reloj. Asintió. -Me ha agradado mucho conocerte.
-Y a mi el conocerte a ti, preciosa.- Ella sonrió torcidamente y él suspiro. El día se acababa y aunque había sido un gran día, no quería que terminara.- Oye, ¿me darías tu tuenti?.
Ella asintió: -En realidad lo tiene Hanna, es Eleonor Aromadel Amanecer. Muy cursi, ¿eh?
-Es perfecto.- Dijo él.- Te agregaré.
-Sí, bueno, he de irme. Hasta pronto.- Ella se puso de puntillas y le dió un beso en la mejilla.- Chao.
Y se alejó, dejandolo solo y con un cosquilleo allá donde lo había besado.