sábado, 3 de septiembre de 2011

Crescendo

Sentada en un columpio dejaba que la lluvia callera sobre mi, mojándome el pelo y pegandomelo a la cara. Mis manos se aferraban a las cadenas del columpio con desgana. Mi mirada se elevó y una gota entró en mi ojo derecho. Cerré los ojos aún con la cabeza alzada sintiendo el rítmico golpeteo de la lluvia en mi cara. Entonces, cuándo la lluvia comenzó a aminorar el ritmo de caida, suspiré. De nuevo me encontraba sola en el parque, sentada haciendo tiempo para volver a esa casa que debía considerar como mía. Qué pocas razones tenía para ello.

Abrí los ojos y miré alrededor. No había nadie como se suponía debía ser. Sonreí. El parque en soledad resultaba hermoso, los árboles meciendo las ramas que susurraban palabras gracias a las hojas y al viento y que con una delicadeza especial se dejaba acariciar por las gotas que seguían callendo. Poco a poco de mi garganta brotó un sonido que dejaba entrever mi dolor, y ese sonido se convirtió en melodia. Canté para los árboles, para la lluvía y el viento, pero sobre todo para mí y mi marchito corazón. Cada palabra que decía cobraba sentido en una parte de mi alma, y por primera vez sentí que la canción me pertenecía y era totalmente mía. Me sentí parte de algo, algo más allá de los roncos gritos de mi casa, y de los insesantes llantos de sus paredes.

Se hacía tarde, debía volver a casa sino otro mar de dagas de fuego caerían y esta vez vendrían a ahogarme a mi. Me levanté del columpio con pocas ganas, tomé el bolso que se encontraba en el suelo totalmente empapado y tras exprimirlo me lo colgué al hombro. Caminé despacio, sabía que llegaba tarde pero tampoco quería llegar, asíque mantener un ritmo lento haría que mi cabeza se fuera mentalizando de que volvía. Miraba el suelo, fijandome en cada paso que iba dando asique no lo ví acercarse. Sentí el tirón del bolso, como no lo estaba agarrando lo suficientemente fuerte, al levantar la mirada solo pude contemplar como el ladrón corría con mi bolso aferrado.
Tardé en pensar que hacer, finalmente comencé a correr detrás de él. No corría muy deprisa, o quizá, yo corría demasiado puesto que estaba en el club de atletismo en clase. Lo alcancé en el tercer cruce. Tomándolo con fuerza de la gorra del chubasquero lo atraje hacia mi. Noté como se ponía tenso, supongo que no esperaba que lo alcanzara. Lo tiré al suelo y me agaché a recuperar mi bolso que el seguía manteniendo en sus manos. Ví brillar el destello de inseguridad en sus ojos, y entonces me puse alerta. Él estiró el brazo con intención de pegarme un puñetazo, lo esquivé e instintivamente le propiné uno a él. Masculló una palabrota y escupió algo de sangre. Entonces aproveché para quitarle el bolso. Pero el pañuelo, que hasta entonces le cubría practicamente toda la cara, se le deslizó y lo ví. Al principio, no sabía como reaccionar, pero no tuve demasiado tiempo para reflexionar. Él cogió de nuevo el bolso con las misma intenciones de antes, enfurruñada le propiné otro puñetazo con la otra mano y tirando el bolso lejos me puse sobre él mientras le aferraba el cuello del chubasquero.
-¿Se puede saber que haces?.- Era Aeron, un chico de mi escuela. Tenía un año más que yo, el pelo negro corto y los ojos más azules que el cielo. Su labio superior se levantó, haciendo que sonriera torcidamente.
-No sabía que supieras pegar.- Volvió a sonreir. No pude reprimirme y volví a darle otro puñetazo.
-¿Se puede saber que haces?.- Repetí la pregunta, aún sabiendo que no iba a responderme. Suspiré, me levanté y agarré mi bolso del suelo.-No vuelvas a hacerlo.
Sabía que no serviría para nada, pero al menos él sabría que a mi no debería volver a hacermelo. Andé, al mismo paso que antes y llegué a mi casa. No había nadie. No era una novedad.


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Al día siguiente cuando llegué a clase mis amigas estaban esperando en la puerta de la clase. Las saludé, y nos pusimos a hablar sobre el último capítulo de la serie que echarón la noche anterior. Yo no veía la tele, desde hace tiempo, asíque sonreía cuando ellas lo hacían y comentaba lo que podía sin entrar en detalles. Una de ellas hizo un comentario gracioso, asíque las tres nos reímos a carcajadas, aunque yo no sabía exactamente de qué me estaba riendo fue entonces cuando me percaté de que él había llegado hacía rato a la clase y me miraba desde su asiento. Tenía la cara morada allá dónde lo golpeé y se me formó un pequeño nudo en la boca del estómago.
-Chicas, un segundo, ahora regreso.-Les dije y entré en clase. Habían dos compañeros más en la esquina derecha de la clase, me observarón acercarme a él pero no hicieron ningún comentario al respecto.- ¿Estás...bien?
Aeron volvió a sonreir torcidamente, aunque puso cara de dolor y no volvió a intentarlo.
-Perfectamente.- Chasqueó la lengua.- No sabía que las asaltadas se preocuparán por los asaltantes.
- ¿Lo harás de nuevo?- Susurré.
-Quizá.- Contestó en el mismo tono de voz.- ¿A ti que más te da? -Me miró con los ojos llenos de ira.-No volveré a atacarte a ti, ¿no es lo que querías? No te metas en asuntos que no son tuyos.
La amenaza de su voz me puso los pelos de la nuca de punta. Tragué saliva y volví con mis amigas, mirando de cuando en cuando en su dirección. Sabía que tenía que hacer algo, pero no sabía qué ni cómo hacerlo.

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